La pandemia de la COVID-19. Las tensiones en la cadena de suministro. Los eventos climáticos. Estas disrupciones ya estaban elevando los precios de los alimentos cuando Rusia invadió Ucrania a finales de febrero. Hoy, la guerra en una de las seis regiones granero del mundo1 y en el Mar Negro, un centro crítico de suministro y tránsito de trigo y fertilizantes, está llevando la seguridad alimentaria mundial a un estado de alto riesgo.
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Un acuerdo firmado el 22 de julio para liberar aproximadamente 20 millones de toneladas de granos atascadas en los puertos del Mar Negro2 ha supuesto un relativo alivio para el mercado, permitiendo que el precio de algunos cereales vuelva a los niveles anteriores a la invasión.3 A pesar de este giro optimista de los acontecimientos, una confluencia de preocupaciones inmediatas y complicaciones a más largo plazo continúan apuntando a niveles de riesgo elevados. Las preocupaciones inmediatas incluyen el hecho de que, si bien el acuerdo sobre los granos puede aliviar algunos problemas logísticos en los puertos, el resultado es incierto y existen importantes cuellos de botella en el interior y otras complejidades que podrían seguir dificultando que los cereales lleguen a los clientes.4 Además, si los aproximadamente 20 millones de toneladas de granos no se han almacenado en condiciones óptimas durante los cinco o seis meses que han estado en los silos ucranianos, su calidad puede haber disminuido y podrían no ser aptas para el consumo humano.5 También es desalentador el hecho de que nuestra proyección para la cosecha 2022-23 en Ucrania está por debajo de los niveles normales en más de 30 millones de toneladas, debido a la menor superficie plantada y a la menor disponibilidad de insumos (así como al hecho de que es probable que quede algo de grano sin cosechar).
Estas preocupaciones inmediatas convergen con las complicaciones a más largo plazo que comenzaron a principios de 2020, cuando comenzó la pandemia de la COVID-19 y convulsionó las cadenas de suministro mundiales. Luego, las políticas monetarias y fiscales destinadas a aliviar el impacto de la pandemia hicieron subir los precios de los productos básicos a partir de mediados de 2020. Incluso antes de la invasión, los niveles de precios del trigo y el maíz eran entre un 40 y un 50 por ciento más altos que el precio promedio de la última década. Avancemos hasta 2022: el bloqueo de los puertos del Mar Negro causado por la guerra en Ucrania restringió severamente el acceso al suministro. Esta situación ha provocado que numerosos países traten de proteger su acceso a los alimentos frenando las exportaciones de granos. Agréguese a este panorama las recientes olas de calor en India y el actual verano seco en Europa occidental, que, en conjunto, podrían limitar el suministro a los mercados mundiales en más de diez millones de toneladas de granos; estas son demostraciones vívidas del mayor riesgo que plantea el cambio climático para los productos alimentarios. Por último, aunque el precio de los cereales ha bajado, los precios de los fertilizantes siguen siendo altos, lo que hace que algunos agricultores los utilicen con moderación, ya que los precios de los productos básicos como los cereales muestran signos de contracción.
Las consecuencias de una crisis alimentaria inminente pueden ser más pronunciadas que las de la crisis alimentaria mundial de 2007–086 y que las alzas de los precios de los alimentos de 2010–11 que contribuyeron a la Primavera Árabe.7 En última instancia, la perspectiva actual más negativa podría resultar en un déficit de unos 15 a 20 millones de toneladas métricas de trigo y maíz del suministro mundial de granos exportados en 2022. El déficit en 2023 podría alcanzar aproximadamente entre 23 y 40 millones de toneladas métricas, según nuestro peor escenario, suponiendo una crisis prolongada en la que los acuerdos firmados recientemente no funcionen.
El mayor déficit representa el valor de la ingesta nutricional de un año para hasta 250 millones de personas, el equivalente al 3 por ciento de la población mundial. Además del sufrimiento humano que esto implica, basándonos en las experiencias de las crisis alimentarias recientes, hay una serie de otras posibles consecuencias desestabilizadoras.
Lo que sigue es nuestra perspectiva sobre cuatro dimensiones de la crisis que se desarrolla y cambia constantemente8:
- Este año, las exportaciones han disminuido debido a las limitaciones logísticas en Ucrania y las limitaciones de exportación de otros países.
- El próximo año puede ser aún peor. Estimamos que la producción de cultivos en Ucrania disminuirá entre un 35 y un 45 por ciento en la próxima temporada de cosecha, que comenzó en julio.
- Es probable que algunos países sufran más que otros, y las consecuencias generales pueden ser más pronunciadas que en crisis recientes comparables.
- Las mitigaciones rápidas pueden ayudar a evitar los peores resultados, y la ventana de oportunidad se está reduciendo.
El conflicto en Ucrania está sacudiendo importantes pilares del sistema alimentario mundial en un contexto ya de por sí precario. Comprender lo que ha sucedido, lo que probablemente pasará a continuación, quiénes son los más afectados y qué se puede hacer es complejo. Manejar las circunstancias y apoyar los mejores resultados posibles puede requerir una acción y una colaboración decisivas.
Las exportaciones han disminuido debido a las limitaciones logísticas en Ucrania y las limitaciones de exportación de otros países.
En la actualidad, el suministro mundial de alimentos se enfrenta a dos obstáculos cruciales: una caída de las exportaciones de Ucrania y, en cierta medida, de Rusia, y los efectos colaterales que podrían limitar aún más el suministro mundial. El actual déficit de exportaciones se ha debido, en gran medida, a la menor capacidad de transportar el grano ensilado fuera de la región del Mar Negro.9 Si el acuerdo firmado cumple plenamente su promesa, gran parte del problema a corto plazo podría aliviarse, aunque este resultado óptimo está lejos de ser seguro.
Los volúmenes de exportación mundiales han disminuido
La mayor parte del grano del mundo proviene de seis regiones productoras, incluidas Ucrania y Rusia, que en conjunto producen aproximadamente el 28 por ciento del trigo y el 15 por ciento del maíz exportado a nivel mundial (Gráfica 1). Ha habido una reducción inmediata de los volúmenes de exportación debido al bloqueo de los puertos del Mar Negro, las minas a lo largo de las rutas marítimas10 y las limitadas rutas alternativas. Los suministros de trigo y maíz que debían salir de Ucrania por ferrocarril o por camión se han enfrentado a cuellos de botella logísticos, incluidos los diferentes anchos de vía ferroviaria utilizados en Ucrania frente a los países vecinos,11 la escasez de vagones de ferrocarril y la limitada capacidad de transporte en los puertos polacos y rumanos.12 A pesar del reciente acuerdo destinado a permitir las exportaciones de cereales desde los tres principales puertos ucranianos del Mar Negro,13 la situación probablemente seguirá siendo incierta y frágil.14
Las restricciones logísticas marítimas por sí solas han reducido los volúmenes de exportación desde Ucrania en un estimado de 16 a 19 millones de toneladas métricas (sin embargo, si el grano comienza a fluir pronto en grandes cantidades desde los puertos del Mar Negro, las exportaciones podrían ser mayores) y de dos a tres millones de toneladas métricas desde Rusia. Aproximadamente el 5 por ciento de las 400 millones de toneladas métricas que se comercializan a nivel mundial puede parecer una cantidad relativamente pequeña. No obstante, puede ser suficiente para causar una disrupción significativa en el ciclo bienal de productos básicos, porque crea una demanda de nuevos contratos y erosiona la confianza en la liquidez del mercado, lo que puede motivar a algunos países a aumentar sus reservas.
En la próxima temporada de siembra, debido a la disrupción de la guerra en la siembra y la cosecha de Ucrania, combinada con insumos menos que óptimos en los cultivos de Rusia, Brasil y otros países productores, es probable que la oferta se reduzca. Estimamos que estos impactos podrían crear un déficit de 23 a 40 millones de toneladas métricas de granos comercializados a nivel mundial en 2023 (Gráfica 2). El déficit más pequeño es posible si se respetan los acuerdos y las exportaciones del Mar Negro desde Ucrania se vuelven considerables. El escenario más pesimista refleja lo que podría suceder si los puertos ucranianos permanecen en gran parte obstruidos, la liquidez de los agricultores y el acceso a los insumos agrícolas es limitado, y se siembra una menor superficie.
La oferta se ha reducido aún más por los países que han intentado proteger los mercados internos con restricciones comerciales. Se han introducido aproximadamente 40 nuevas prohibiciones de exportación y requisitos para las licencias de exportación entre el comienzo de la guerra y mayo de 2022.15 Si bien estas medidas pueden suponer una ganancia para el país que las impone, la historia sugiere que ejercen una presión adicional sobre las existencias de alimentos disponibles, empujan los precios al alza y amenazan aún más la seguridad alimentaria de los pobres del mundo.16
Las repercusiones negativas se han atenuado hasta cierto punto y podrían aliviarse aún más con el aumento de las exportaciones, algunas procedentes de zonas que esperan cosechas récord y otras de países que han estado liberando las reservas de granos en un intento por beneficiarse del aumento de los precios. No está claro el alivio que podrían suponer estas medidas, ya que estas acciones son voluntarias y, sin duda, estarán impulsadas por la dinámica del mercado y la política.
El año que viene puede ser peor
Desafortunadamente, puede haber más daños en el suministro mundial de alimentos para finales de este año y durante 2023. Los problemas logísticos de este año han provocado que, en el momento de escribir este artículo, se hayan exportado entre 18 y 22 millones de toneladas métricas menos de granos desde Ucrania y Rusia. El conflicto en curso está afectando la capacidad de los agricultores para preparar los campos, plantar las semillas y proteger y fertilizar los cultivos, lo que probablemente resultará en volúmenes aún más bajos en la próxima temporada de cosecha. Parte de este déficit puede recuperarse en función del éxito de los acuerdos de exportación del Mar Negro, las mejoras logísticas y otras intervenciones. Sin embargo, factores que incluyen el impacto de la sequía en todos los graneros del mundo —una tendencia que se espera que empeore con el tiempo— empañan las perspectivas.
La próxima cosecha y las exportaciones de Ucrania probablemente serán las más bajas de la última década
Basándonos en entrevistas con agricultores y en datos locales, hemos elaborado un modelo de la cosecha potencial para cada una de los oblasts (divisiones administrativas) de Ucrania. En resumen, estimamos que la producción de cultivos en Ucrania disminuirá entre un 35 y un 45 por ciento en la próxima temporada de cosecha. Las principales razones son la reducción de la superficie de cosecha debido a las acciones militares en curso y a las minas terrestres, la falta de liquidez de los agricultores (debido a la incapacidad de enviar una gran parte de la cosecha del año pasado), la disminución de los rendimientos debido a la reducción del acceso a los fertilizantes, la disrupción del calendario, la protección menos avanzada de las plantas y los efectos dominó del aumento de los costos del diésel y los fertilizantes.
Además de los retos agrícolas, la logística de exportación puede seguir siendo un desafío. Debido a estos factores combinados, es probable que las exportaciones de Ucrania disminuyan en un total de 30 millones a 44 millones de toneladas métricas para el año comercial 2022-23 desde la línea de base anterior a la guerra.
Lo que suceda en otros países podría reducir aún más los volúmenes de comercio mundial
A pesar de la buena cosecha que se prevé para este verano y otoño, los rendimientos rusos podrían ser más bajos en las próximas temporadas debido a las restricciones comerciales globales. Las semillas híbridas, los productos fitosanitarios y, en menor medida, la maquinaria y el software podrían estar sujetos a prohibiciones de importación, lo que afectaría principalmente a la producción de trigo.
También se espera que la escasez de fertilizantes y sus precios más altos reduzcan los rendimientos en los países que dependen, en gran medida, de las importaciones de fertilizantes, como Brasil. Es probable que esto disminuya aún más el volumen de cereales en el mercado mundial.
Lo que hagan otros países exportadores podría agregar más granos a la oferta mundial o reducirla aún más. Por un lado, la continuación o el aumento de las restricciones comerciales podría exacerbar la escasez global, mientras que las cosechas elevadas y la disminución de las reservas podrían amortiguar el impacto. Los eventos climáticos también pueden afectar el delicado equilibrio. Se desconoce qué escenario prevalecerá.
Es probable que las consecuencias generales sean más pronunciadas que en crisis recientes comparables
Nos enfrentamos a un contexto en el que el comportamiento de los consumidores ha ido experimentando un cambio de paradigma, produciendo una mayor demanda mundial de proteínas y biocombustibles, al mismo tiempo que el cambio climático ha introducido más riesgos en el sector agrícola. La cadena de suministro de alimentos está cada vez más interconectada, la dependencia del comercio es elevada y las existencias son escasas y se concentran en un puñado de países. Los precios del petróleo y de los fertilizantes, los costos de logística y el número de restricciones comerciales vigentes están cerca de los más altos de la última década, y el cambio climático está teniendo un impacto negativo en las cosechas.
Algunos países están en condiciones de capear las disrupciones de un sistema que requiere un equilibrio exquisito. Otros no tanto: los países altamente vulnerables representan el 18 por ciento de la población mundial y el 41 por ciento de la población desnutrida del mundo.17 En 2020, 811 millones de personas en todo el mundo padecían altos niveles de malnutrición o desnutrición.18
El impacto por país varía y es potencialmente devastador para algunos
Aunque los altos precios mundiales de los alimentos afectarán a todos los países, algunos están más expuestos que otros (Gráfica 3). Algunos, incluidos China, Estados Unidos y los países de la Unión Europea, están relativamente bien protegidos. Tienen una elevada producción local, altos niveles de existencias y un alto poder adquisitivo.
Pero numerosos países, incluidos Bangladesh, Etiopía, Somalia y Yemen, son muy vulnerables. Dependen, en gran medida, de las importaciones de cereales, tienen existencias limitadas y un bajo poder adquisitivo. Estos países pueden verse muy afectados por los aumentos de precios. Más de 1,400 millones de personas viven en esas zonas, principalmente en África y Asia; si la escasez mundial continúa y los países agotan sus reservas, esta cifra podría aumentar a unos 1,900 millones de personas.
El panorama es aún más sombrío cuando se considera la capacidad de algunos países para hacer frente a las consecuencias fiscales y sociales de su vulnerabilidad. En muchas naciones, las monedas locales se han devaluado drásticamente en 2022, provocando que los productos básicos importados denominados en dólares estadounidenses, como el trigo y el petróleo, sean aún más costosos para sus habitantes. En gran parte debido a la pandemia de la COVID-19, estos países ya están experimentando déficits presupuestarios y niveles de desempleo superiores a los habituales. A medida que se reduzcan los suministros de alimentos, estas naciones se enfrentarán a una inflación elevada, lo que exacerbará la tensión presupuestaria mientras intentan proteger a sus poblaciones del aumento de los precios de los alimentos. Si no pueden hacerlo, los niveles de desnutrición podrían aumentar.
Consecuencias potenciales
La escasez de alimentos en el pasado ha tenido consecuencias como las siguientes:
- Inflación: los precios al consumidor aumentan debido a la escasez de la oferta, a los altos costos de los insumos y del transporte, y a los efectos especulativos.
- Tensión presupuestaria y fiscal: hay más presión sobre los sistemas financieros y fiscales para manejar la inflación, garantizar un comercio suficiente y otorgar subsidios a los más necesitados. Estos esfuerzos a menudo se ven obstaculizados por el aumento de la deuda externa y el crecimiento más lento del PIB.
- Malnutrición y hambre: el sufrimiento humano aumenta, especialmente para las poblaciones más vulnerables, debido al aumento de los precios y, en menor medida, a la escasez de suministros reales.
Efectos similares —así como otras dificultades económicas y sociales— son posibles en la situación actual. Pero esta vez, los gobiernos de algunos países vulnerables pueden tener menos capacidad para hacer frente a la limitación del suministro que antes de otras crisis, como la Primavera Árabe y la pandemia de la COVID-19 (Gráfica 4).
El riesgo general para el sistema alimentario puede superar las crisis contemporáneas
La pandemia ha mermado los presupuestos y las reservas de divisas de los países, y ha aumentado sus deudas a niveles récord, haciéndolos menos resistentes frente a las alzas de precios. La adquisición de alimentos representa una parte mayor de lo habitual del gasto de los consumidores, y el desempleo es alto en muchos países; si los gobiernos no pueden amortiguar el choque, los hogares no tendrán más remedio que dedicar una mayor parte de sus presupuestos a la compra de alimentos. En este contexto, incluso una pequeña disrupción del suministro podría alterar sustancialmente los precios mundiales de los alimentos y la capacidad de las sociedades para hacerles frente.
Al examinar las condiciones que precedieron a la crisis alimentaria mundial de 2007–08 y el aumento de precios de los alimentos de 2010–11 que contribuyó a la Primavera Árabe, observamos que los riesgos para el sistema alimentario mundial son aún mayores en la actualidad.
Las mitigaciones rápidas pueden ayudar a evitar los peores resultados
Las partes interesadas (stakeholders) de todo el mundo pueden tomar medidas para ayudar a evitar que los escenarios más sombríos se conviertan en realidad. A corto plazo, tres medidas fundamentales pueden ayudar a reducir los riesgos:
- desbloquear y eliminar el riesgo de las rutas logísticas del Mar Negro
- reducir las restricciones comerciales y liberar las existencias de reserva; para reequilibrar el suministro global, los distintos países deben aumentar el suministro de cereales comercializados en el mercado mundial.
- proporcionar ayuda financiera a las zonas y poblaciones más afectadas
Al mismo tiempo que piensan en cómo mitigar la crisis actual, las partes interesadas deben planificar cómo evitar la próxima. Tanto los gobiernos como los actores de la cadena de valor de la agricultura alimentaria deben mejorar la forma en que gestionan los choques entre la oferta y la demanda. La resiliencia frente a los múltiples riesgos aquí señalados es fundamental, sobre todo en una era en la que el cambio climático está provocando más eventos extremos, como las sequías. Aunque tales disrupciones ocurran en una parte específica del mundo, los precios pueden dispararse globalmente como consecuencia de ello, tal y como lo ha demostrado la situación del Mar Negro.
Los cambios fundamentales en el comportamiento mundial, procedentes tanto del sector público como del privado, podrían impulsar la transparencia y la resiliencia del sistema alimentario mundial. Los posibles pasos a seguir incluyen los siguientes:
- transformar de manera sostenible la agricultura para aumentar los rendimientos, especialmente en los países importadores con poblaciones de rápido crecimiento.
- encontrar formas de reducir el desperdicio mundial de alimentos y optimizar el uso de la tierra para la producción de alimentos y biomasa
- acelerar el desarrollo y la adopción de carnes alternativas y fomentar el consumo de las proteínas más eficientes
Históricamente, las perturbaciones de la oferta en el sistema alimentario han provocado inflación, menor fortaleza fiscal y desnutrición, y, en algunos casos, períodos de inestabilidad política y violencia. Dependiendo de la duración y la gravedad de la guerra, las necesidades calóricas de 250 millones de personas podrían faltar en el suministro mundial. Estas estadísticas aleccionadoras subrayan la magnitud y la urgencia de la situación.