Las recientes turbulencias globales plantean una pregunta: ¿está cambiando el mundo hacia un nuevo régimen económico a largo plazo? Una nueva investigación del McKinsey Global Institute (MGI) y una reciente encuesta de McKinsey1 a ejecutivos sugieren que podría ser así, pero la forma de ese futuro sigue siendo incierta. Los líderes empresariales deben ser conscientes de los escenarios potenciales para poder adaptarse y elaborar estrategias en consecuencia.
El MGI analiza la salud económica y la riqueza a través de una lente única que denominamos balance global, una herramienta que tomamos prestada del mundo corporativo para resumir todos los activos y pasivos del mundo, incluido el patrimonio neto. Nuestra visión a través de esta lente indica que los acontecimientos de los últimos 20 años han contribuido a los actuales tambaleos económicos, financieros y del mercado.2
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Durante las últimas dos décadas, el balance global creció mucho más rápido que el PIB, la economía real. Como las tasas de interés se mantuvieron bajas para estimular las economías, los precios de los activos y la deuda crecieron. Entre 2000 y 2021, se añadieron $160 billones de dólares a la riqueza en papel a medida que se dispararon los precios de los activos debido a las bajas tasas de interés. Por cada dólar invertido, se generaron $1.90 dólares de deuda. Mientras tanto, el crecimiento de la productividad entre las economías del G-7 se ralentizó hasta un ritmo muy lento: de 1980 a 2000, la productividad creció un 1.8 por ciento anual, mientras que de 2000 a 2018, se desaceleró en más de un factor de dos, creciendo solo un 0.8 por ciento anual.3 Demasiados ahorros persiguieron muy pocas inversiones productivas, creando un clásico estancamiento secular.4 Este período estable y predecible fue amable con la acumulación de riqueza, pero fue un reto para el crecimiento y exacerbó la desigualdad.
La mayoría de los ejecutivos de hoy han vivido la mayor parte de su vida profesional en este entorno. Pero el futuro podría ser muy diferente, y la gama de escenarios plausibles a mediano plazo es inusualmente amplia. Como resultado, la intuición que hasta ahora ha servido muy bien a muchos líderes empresariales en sus carreras puede empezar a descarriarlos. Es posible que las empresas y sus líderes quieran prepararse para lo que viene.
En este artículo, examinaremos la dinámica que condujo a la expansión del balance global. Luego propondremos cuatro escenarios de lo que podría venir después, describiendo a grandes rasgos el impacto que cada uno de ellos podría tener en la economía mundial e identificando qué escenario consideran más probable los aproximadamente 1,000 ejecutivos y gestores de activos que encuestamos. Finalmente, sugeriremos los pasos que los líderes empresariales podrían tomar en cuenta para planificar cualquier escenario que prevalezca.
Las estrategias ganadoras durante décadas de expansión de los balances globales
A los inversionistas apalancados les ha ido bien desde principios del milenio. En Estados Unidos, por ejemplo, el valor de mercado de los bienes raíces creció 1.5 veces más rápido que el PIB de 1995 a 2021 (Gráfica 1), y en Reino Unido, 1.8 veces más rápido. El valor de las acciones en Estados Unidos creció al triple de la tasa del PIB.
En este contexto, algunas estrategias resultaron populares. Como el crédito era barato, prevalecieron las estrategias y las finanzas apalancadas, incluidas las compras apalancadas, las estrategias de activos apalancados, el aumento de la deuda corporativa y las recompras de acciones. Con unas tasas de descuento ultra bajas y una importante inversión de capital de riesgo, las estrategias de crecimiento agresivo —que incluyen, entre otras, la tecnología— a menudo superan a las centradas en la rentabilidad temprana y los rendimientos estables.
El bajo costo de capital impulsó a enfocarse en cómo las empresas tendrían éxito a largo plazo —digamos, en 2050—, en lugar de en si podrían alcanzar su potencial para principios de la década de 2020. La nueva inversión productiva luchó por ser tan atractiva como las oportunidades otorgadas por la apreciación de los precios de los activos y las transacciones. En casos extremos, las empresas cerraron y las sedes corporativas se reconvirtieron en inmuebles residenciales.
Con un crecimiento económico suave, pero persistente, la eficiencia se impuso a la resiliencia. Como la mano de obra era abundante, los esfuerzos de reclutamiento y retención podían centrarse en las personas altamente calificadas. La desigualdad salarial –y, más aún, la desigualdad de riqueza– aumentó, lo que llevó a algunos sectores a enfocarse en las personas con grandes patrimonios netos y en los segmentos premium o de lujo.
¿Surgirá un nuevo equilibrio entre riqueza y crecimiento?
¿Qué sigue? Después de un crescendo durante la pandemia, cuando la riqueza mundial en relación con el PIB creció más rápido que durante cualquier otro período de dos años en el último medio siglo, parece que se avecina una ruptura en la tendencia de dos décadas. Pero hay desacuerdo entre los economistas y los líderes empresariales sobre lo que cambiará. ¿Se mantendrá alta la inflación durante varios años? ¿Se corregirán los precios de los activos y se producirá un desapalancamiento? ¿O la economía global se encamina hacia un período de mayor productividad y crecimiento?
El MGI ha desarrollado escenarios basados en cada una de las tres posibilidades anteriores, y un cuarto escenario en el que se reanuda la pasada era de expansión de los balances (Gráfica 2). Cada uno de estos escenarios es plausible. Si bien están en juego las fuerzas estructurales que pueden empujar la inflación al alza, los compromisos de los bancos centrales para reducir la inflación podrían provocar correcciones y desapalancamiento. Una mayor inversión, junto con la continua difusión de las tecnologías digitales y de inteligencia artificial (IA), podría impulsar la productividad y ayudar al mundo a crecer a partir de un balance descomunal (véase el recuadro “Los cuatro escenarios”).
Cuando el MGI preguntó a unos 1,000 ejecutivos qué escenario creían más probable, el 84 por ciento de los encuestados dijeron que esperaban un escenario diferente al del “regreso a la era pasada.” Su elección del escenario más probable se dividió aproximadamente a partes iguales entre las tres opciones restantes (Gráfica 3). Las respuestas variaron según el sector y la geografía. Los ejecutivos de servicios financieros que participaron en nuestra encuesta más amplia, además de un grupo de alrededor de 50 ejecutivos de alto nivel de grandes gestoras de activos que encuestamos por separado, pensaban que era más probable que prevaleciera un escenario “más alto por más tiempo” (“higher for longer”), en el que la inflación y las tasas de interés se mantendrían elevados durante gran parte de la próxima década. Los encuestados en la China continental también eligieron el escenario “más alto por más tiempo”, mientras que la mayoría de los encuestados en Europa optaron por “reinicio del balance” (“balance sheet reset”). Los norteamericanos se dividieron entre estos dos escenarios.
Por qué la próxima era puede ser diferente
Pocos encuestados esperan una vuelta al pasado, lo que probablemente refleja los numerosos cambios estructurales a largo plazo que parecen estar en marcha. Por supuesto, es incierto cómo evolucionarán estas cosas.
El aumento continuo del balance global durante las últimas dos décadas ha sido impulsado esencialmente por una inversión limitada para usos productivos y un exceso de ahorro, que redujo las tasas de interés y alimentó la expansión de la deuda y el crecimiento de los precios de los activos.
Esto podría cambiar si se recupera la inversión productiva. La transición a cero emisiones netas requerirá grandes desembolsos. Las recientes tensiones en las cadenas de suministro, tanto como resultado de la pandemia de la COVID-19 como de la invasión rusa de Ucrania, han llamado la atención sobre la resiliencia de las cadenas de suministro; algunas se están reconfigurando, lo que requiere inversión. Un mayor gasto en defensa también puede representar un área de inversión. En Estados Unidos, la Ley de Empleo e Inversión en Infraestructura podría provocar un auge de la inversión en infraestructura a gran escala.
El exceso de ahorro mundial podría disminuir. Un factor que impulsó el ahorro fue el hecho de que aumentara la desigualdad y disminuyera la participación de la mano de obra en los ingresos, lo que redujo el consumo al canalizar una parte desproporcionada de la creación de valor hacia los ricos, que tienden a ahorrar más que la persona promedio. Los mercados laborales ahora están ajustados, lo que puede inclinar la balanza hacia un mayor consumo. Las poblaciones que envejecen han estado ahorrando y no han gastado esos ahorros en la jubilación, pero eso también podría cambiar. Una creciente tasa de dependencia significa que la proporción de personas que gastan el dinero de su jubilación aumenta, mientras que la proporción de las que ahorran mientras trabajan disminuye (aunque esto es objeto de debate entre los economistas).
¿Cómo pueden equiparse las empresas?
Los patrones macroeconómicos de los últimos 20 años pueden haber terminado, pero el abanico de posibles escenarios económicos de aquí a 2030 es amplio. Por lo tanto, tiene sentido que los líderes de cualquier tipo de empresas sienten las bases para un futuro potencialmente diferente y estén preparados para operar en la incertidumbre.
Seguir los marcadores correctos
Como primer paso, las empresas deberían considerar la posibilidad de identificar un amplio conjunto de marcadores que les ayuden a determinar qué escenario es más probable que ocurra. Muchos ejecutivos se fijan en las últimas cifras de inflación, pero pasan por alto marcadores más fundamentales que distinguen entre escenarios. Algunos de los más importantes son los siguientes:
- Las compensaciones del banco central. Muchos bancos centrales son independientes y tienen un mandato claro de estabilidad de precios, pero también suelen tener un mandato de estabilidad financiera, dos directivas que están cada vez en mayor tensión.5 ¿Qué se está debatiendo sobre las compensaciones?
- Las posiciones de política fiscal. El endurecimiento fiscal podría tener un impacto significativo sobre la presión inflacionaria, ya que los aumentos de las tasas de interés se enfrentan a las preocupaciones de estabilidad financiera antes mencionadas. ¿Dónde y en qué medida es probable que se produzca el endurecimiento?
- La inversión empresarial. ¿Están aumentando sustancialmente los compromisos y las inversiones reales, digamos en dos puntos porcentuales del PIB o más? De ser así, las probabilidades de avanzar hacia una productividad acelerada aumentan y un regreso a la expansión de los balances se hace improbable.
También son importantes otros marcadores, como las dinámicas de los salarios y del poder de negociación, las ganancias y la desigualdad; los cambios relativos en la edad efectiva de jubilación frente a la esperanza de vida; y la geopolítica y los flujos globales. Dado que cualquiera de los cuatro escenarios puede ocurrir, sería conveniente que las empresas siguieran estos indicadores de tendencia y recopilaran una diversidad de perspectivas económicas en lugar de limitarse a confiar en los pronósticos de “consenso”.
Poner a prueba la empresa para lo que podría venir
Las empresas, incluidas las instituciones financieras, pueden considerar ir más allá de las sensibilidades típicas que ponen a prueba en su gestión de riesgos y utilizar estos cuatro escenarios para poner a prueba sus modelos de negocio. Las empresas también pueden pensar en reforzar las reservas de capital, fortalecer los balances y/o cubrir el riesgo macroeconómico, entre otras consideraciones.
Comprender cómo se transformaría la estrategia según el escenario
Es posible que algunas empresas quieran apostar por un escenario, mientras que otras pueden optar por crear opcionalidad y solidez para varios. Un regreso a una era pasada es, en esencia, seguir como siempre, con todos los riesgos que ello conlleva. Para prepararse para las tres opciones que proponen cambios significativos, es posible que se necesiten acciones específicas:
- Más alto por más tiempo. En este escenario, varias de las capacidades necesarias para navegar en el último par de años se convertirían en la “nueva normalidad” de la diferenciación competitiva. Las empresas podrían adoptar un triple enfoque de fijación de precios, adquisiciones y productividad para responder al aumento de los precios de los insumos y los salarios. También podrían alterar la combinación de la cartera de negocios para beneficiarse del crecimiento y del elevado gasto de capital, y protegerse del aumento de los costos de los insumos y la mano de obra. La escala importará más para proteger los márgenes. En un entorno de subida de costos y tasas, sería atractivo asegurar condiciones favorables, desde vencimientos a largo plazo en materia de financiamiento, hasta contratos a largo plazo para la mano de obra y los proveedores. Las empresas también podrían centrarse más en atender al segmento asequible del mercado a medida que disminuye la desigualdad. Los inversionistas que busquen proteger sus activos y su patrimonio de la erosión inflacionaria también encontrarían un entorno de mayores rendimientos. Las instituciones financieras tendrían que replantearse los modelos de negocio, ligados a unos balances en constante crecimiento. Los bancos, por ejemplo, podrían tratar de complementar los ingresos netos por intereses con modelos de negocio más basados en comisiones y depender menos de la gestión patrimonial de los ricos.
- Reinicio del balance. Una base de costos flexible, la reducción de la exposición a la deuda y unos “balances fortaleza” (“fortress balance sheets”) podrían ayudar a las empresas a desarrollar resiliencia en este escenario. Las empresas también podrían considerar cómo pueden garantizar la flexibilidad de su base de costos en caso de una desaceleración económica brusca. Además, podrían reducir la deuda, limitar la exposición a los precios de mercado de las acciones y los bienes inmuebles, e identificar a los deudores que podrían tener dificultades para pagar en tal escenario. Los balances de fortaleza podrían ayudar a capear el temporal y permitir una respuesta oportunista cuando surjan oportunidades de fusiones y adquisiciones en dificultades. De manera similar, los inversionistas buscarían protección frente a las correcciones de activos y los impagos; mantener efectivo no sería la peor opción en este escenario. Las instituciones financieras podrían vivir una situación no muy distinta a la de los años posteriores a la crisis financiera de 2008-09. Podría haber importantes oportunidades de consolidación y fusiones y adquisiciones, incluidas situaciones de dificultad, por lo que la preparación es esencial.
- Aceleración de la productividad. Para beneficiarse de la aceleración del crecimiento, tendría sentido invertir en tecnología, nueva capacidad y automatización para capturar el crecimiento del mercado antes que los competidores. Las empresas que están impulsando la aceleración de la productividad —por ejemplo, proporcionando nuevas tecnologías— pueden obtener un valor significativo. Dado que el capital humano y los materiales podrían escasear, las empresas deberían considerar cómo asegurar el acceso a lo que bien podría ser un mercado altamente competitivo para ambos. A medida que aumenten las tasas de interés, las empresas harían bien en asegurarse financiamientos a largo plazo con anticipación. Los inversionistas podrían encontrar oportunidades en acciones de crecimiento y hacer frente a los vientos en contra de las tasas de interés en el sector inmobiliario. Las instituciones financieras podrían participar en amplias oportunidades para proyectos de capital y financiamiento empresarial.
Las empresas no son espectadores pasivos, sino más bien participantes cuyas acciones colectivas configuran el escenario que se desarrolla
En medio de la incertidumbre y la presión económica, puede resultar demasiado fácil para las empresas adoptar una actitud puramente defensiva, tratando de mitigar los impactos negativos en su negocio y desarrollar resiliencia. Pero jugar solo a la defensiva podría convertirse en una profecía autocumplida de pesimismo.
Si las empresas planean únicamente para una ralentización del crecimiento del PIB o una recesión, será menos probable que inviertan y más probable que se esperen a unas condiciones económicas más benignas. Si esperan una inflación persistente, pueden aumentar los precios de forma proactiva y provocar la inflación que temen. Si los inversionistas inmobiliarios esperan precios más bajos, pueden retrasar el inicio de nuevos proyectos. Los bancos enfocados en fortalecer sus balances podrían endurecer sus estándares de concesión de créditos, reduciendo el número de préstamos que ofrecen.
Para ayudar a catapultar la economía hacia un crecimiento más rápido de la productividad, también será fundamental jugar a la ofensiva. Las empresas necesitan valentía estratégica para invertir audazmente en oportunidades emergentes y comprometerse con el capital humano necesario para impulsar estas inversiones. Estas oportunidades pueden encontrarse en megatendencias bien conocidas, como la transición energética y la electrificación, el envejecimiento y la atención sanitaria, las cadenas de suministro más resilientes, el aumento de las inversiones en defensa y las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial. La forma en que las empresas afrontan la inflación también importa: cuanto más logran aumentar la productividad de la mano de obra, los materiales y la energía, más pueden permitirse pagar salarios y precios más altos sin trasladar los costos más elevados a los consumidores.
El pesimismo reina en estos momentos, pero es posible que se desarrolle un escenario de aceleración de la productividad. De hecho, alrededor de una cuarta parte de los ejecutivos encuestados por MGI lo consideran el más probable de los cuatro, y muchos creen que puede suceder siempre que se tomen las medidas adecuadas.
Adaptarse a una nueva era puede ser difícil y prolongado. Exige revisar los supuestos y modificar la planificación, la estrategia y los modelos de negocio. Pocos anticipan un regreso a la normalidad. Ese sentido de realismo es un punto de partida útil.