El 17 de marzo de 2022, escribimos sobre el extraordinario costo de la guerra en vidas y medios de subsistencia. En ese momento, establecimos las 12 disrupciones a corto y mediano plazo con el mayor potencial para remodelar las industrias y las economías. Esas disrupciones están cobrando fuerza. En este artículo, ofrecemos 12 gráficas para iluminar la fuerza potencial y la dirección de estos cambios, y sus efectos en las vidas y los medios de subsistencia.
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Algunas de estas gráficas utilizan los escenarios macroeconómicos de nuestro primer artículo, que brindan orientación sobre el rango de resultados potenciales. Vemos dos dimensiones críticas: la escala y la duración de la disrupción, y el impacto de las políticas gubernamentales y las respuestas de los consumidores y las empresas. Consulte el recuadro "Más sobre nuestros escenarios".
La invasión de Ucrania está provocando una crisis humanitaria masiva
La guerra ha desplazado al mayor número de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Hasta la fecha, 5.6 millones de refugiados han huido de Ucrania y otros 7.7 millones han dejado sus hogares para buscar refugio en otras partes del país.1 En total, la guerra ha expulsado a casi el 30 por ciento de los ucranianos de sus hogares. La guerra en Ucrania representa la segunda mayor crisis humanitaria desde la década de 1960 en términos de número de personas que han huido o han sido desplazadas, y la quinta en términos de la fracción de la población que representa. Y podría empeorar: la ONU estima que 8.3 millones de ucranianos podrían ser refugiados para fin de año.
Los países vecinos y otros están ayudando. Polonia, donde ya vive una gran comunidad de expatriados ucranianos, ha acogido la mayor cantidad de refugiados, unos 3 millones. Eso equivale a un aumento del 8 por ciento en la población de ese país en el transcurso de dos meses, y representa 45 veces el flujo anual típico de inmigrantes. Medido por el tamaño de la afluencia en relación con la llegada anual promedio histórica de migrantes, la República Eslovaca recibió la mayor cantidad, el equivalente a 101 veces la afluencia histórica anual.
La capacidad de los países para alimentar, albergar y cuidar a los refugiados varía. Un programa de ayuda humanitaria internacional bien organizado y de escalonamiento rápido, como el Plan Regional de Respuesta a los Refugiados de la ONU, seguramente ayudará. Y, a más largo plazo, la obtención de los beneficios de la inmigración dependerá de qué tan bien se integren los recién llegados en el mercado laboral y la sociedad de cada país.
Los vulnerables sufrirán más
La guerra ha disparado los precios de lo esencial. Lo que ahora está en riesgo es la base de la pirámide de necesidades de Maslow: comida, calefacción y refugio. Los efectos son universales, pero se sentirán de forma más aguda entre los más pobres, que ya están luchando para cubrir el costo de las necesidades de la vida.
Los precios más altos de los alimentos y la energía, junto con los costos de alquiler ya de por sí elevados, pueden empujar a los más pobres a hacer concesiones imposibles. La invasión de Ucrania ya elevó el costo de vida, pues un incremento en los precios del gas natural y del petróleo aumentó las facturas de calefacción. De manera similar, el costo del transporte sube a medida que el combustible se vuelve más caro. Si los precios de la energía se incrementan aún más (Escenario 3C), la compresión de los presupuestos familiares empeorará antes de mejorar. (Consulte el recuadro "Más sobre nuestros escenarios".)
Las presiones se extienden mucho más allá de Europa. Nuestro análisis de escenarios sugiere que el índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura podría aumentar hasta un 45 por ciento en 2022 (escenario 3C). Históricamente, los incrementos de precios de esta magnitud han llevado a la pobreza a millones de personas en países de ingresos bajos y medianos. Estos países también son susceptibles a otras ramificaciones potenciales de la guerra, incluida una desaceleración en el comercio mundial, la depreciación de la moneda y desafíos para sostener sus cargas de deuda.
La política energética está girando hacia el acceso seguro y la diversificación de fuentes
Durante varias décadas, Europa ha llegado a depender, en gran medida, de las fuentes de energía rusas: carbón, petróleo crudo, combustóleo y, especialmente, gas natural. En 2021, el continente importó de Rusia alrededor del 36 por ciento del gas que consumió, junto con el 30 por ciento de su carbón y el 10 por ciento de su petróleo crudo. Alemania e Italia dependen particularmente de los suministros energéticos rusos (por ejemplo, Alemania importa el 65 por ciento de su gas de Rusia; la cifra es del 43 por ciento para Italia).
Europa usa el gas para calentar sus casas y edificios, hacer funcionar sus industrias y generar energía. Hipotéticamente, los países europeos pueden actuar a corto plazo para disminuir su demanda (por ejemplo, reduciendo la calefacción en los edificios y la iluminación en las ciudades; reduciendo el uso de gas en la generación de energía); estas políticas podrían implementarse a fines de 2022 o principios de 2023. Europa también está trabajando con urgencia para aumentar los suministros de gas de países distintos de Rusia, importando más gas natural licuado (GNL) y generando más biocombustibles, entre otros movimientos.
Juntas, estas disminuciones de la demanda y aumentos de la oferta podrían reducir la dependencia de Europa del gas ruso el próximo año del 36 por ciento de su consumo total a alrededor del 10 por ciento, con lo que el continente todavía importaría de Rusia, aproximadamente, entre 30,000 y 40,000 millones de metros cúbicos al año. El resultado dependerá en parte de la implementación de estas palancas; por ejemplo, cuánto GNL se puede importar y la tolerancia de los hogares y empleados a la reducción de la calefacción. Si se trata de racionamiento, según declaraciones recientes de líderes gubernamentales, los usuarios industriales podrían ver reducido su suministro de gas antes que otros usuarios.
Las sanciones se intensificaron recientemente en Polonia y Bulgaria; ambos países parecen confiados en poder cumplir con las nuevas condiciones impuestas por Rusia. El episodio es un buen ejemplo de la importancia de las fuentes alternativas de suministro y la capacidad de reducir la demanda.
La seguridad alimentaria está en la agenda
La guerra en Ucrania ha trastornado el sistema mundial de producción de alimentos. Los dos países producen, aproximadamente, un tercio de las exportaciones mundiales de amoníaco y potasio, ingredientes esenciales de los fertilizantes. Y son el granero de gran parte del mundo, suministrando alrededor del 30 por ciento de las exportaciones mundiales de trigo y cebada, el 65 por ciento del aceite de semilla de girasol y el 15 por ciento del maíz.
Poco después de la invasión, los precios de los fertilizantes y de varios productos alimenticios básicos aumentaron entre un 20 y un 50 por ciento. Por ejemplo, los futuros de trigo aumentaron el 40 por ciento del 1 de febrero al 1 de abril. Como muestra la gráfica 4, muchos países dependen en gran medida del trigo para su dieta nacional, incluidas las importaciones de Rusia y Ucrania. Estos países se concentran en Asia central y occidental, así como en Medio Oriente y África del Norte. Siria y Yemen, que ya luchan con crisis de refugiados de larga data y problemas de seguridad alimentaria, posiblemente se verán afectados: ambos dependen de forma considerable del trigo y, por lo tanto, están expuestos a precios más altos y escasez potencial. Pero todas las naciones importadoras se verán afectadas, a menos que tengan contratos de precio fijo a más largo plazo con proveedores o coberturas sólidas. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU también se verá afectado, ya que Rusia y Ucrania contribuyeron con cerca del 20 por ciento del total de productos alimenticios básicos que adquirió en 2020.
El desafío probablemente será severo. Según las últimas estimaciones de la ONU, entre un 30 y un 40 por ciento de la cosecha de otoño de 2022 en Ucrania está en riesgo, ya que los agricultores no han podido sembrar. La escasez mundial de fertilizantes también puede perjudicar la producción. Los gobiernos están buscando una variedad de opciones, incluidos programas para dirigir más suministros a los países más afectados, palancas para impulsar la producción regional, subsidios a los consumidores y controles de precios.
Se intensifica la carrera por materiales, equipos y productos básicos críticos
Mucho antes de febrero de 2022, había demanda de materiales industriales de todo tipo. Las materias primas, en particular, estaban en auge. Muchas estaban en máximos de diez años, aunque con una volatilidad de precios considerable.
Luego vino la guerra, que aceleró las alzas de precios de decenas de productos básicos que exportan Rusia y Ucrania (por ejemplo, carbón, acero, níquel). Las participaciones combinadas de ambos países en estos mercados oscilan, aproximadamente, entre un 10 y un 50 por ciento. Por ejemplo, los dos países son responsables del 48 por ciento del comercio mundial de paladio.
Estos materiales son cruciales en muchas industrias. Dadas las amenazas a los productos básicos escasos y los aumentos de precios hasta la fecha, los fabricantes de automóviles están particularmente preocupados y consideran aumentos de precios al contado del 15 al 25 por ciento debido a los incrementos de precios en materiales clave como el aluminio, el cobre y el acero. Son golpes difíciles de absorber para los fabricantes. A los compradores de automóviles también les resultaría difícil pagar precios sustancialmente más altos.
Los precios de algunos de estos materiales parecen haberse estabilizado recientemente. Pero el futuro depara más cambios. Sin duda, esto es solo una disrupción a corto plazo para algunos materiales como el mineral de hierro. Para otros, como la antracita, la guerra ha provocado o expuesto un vacío de suministro, con la probabilidad de precios mucho más altos. Y para otros, incluidos los metales utilizados en la fabricación de automóviles, los compradores y vendedores están buscando un nuevo equilibrio global. Con el tiempo, es probable que se alcance ese equilibrio, aunque a precios potencialmente más altos que los actuales.
Ha llegado una nueva era en la gestión de las cadenas de suministro
Incluso antes de la invasión, la resiliencia estaba en lo más alto de las agendas de los líderes de la cadena de suministro. Después de haber enfrentado un problema tras otro (tensiones comerciales, confinamientos por la COVID-19 y el cierre del canal de Suez), los gestores de las cadenas de suministro habían comenzado a cambiar su enfoque de optimizar la entrega "justo a tiempo" a prepararse para eventualidades "por si acaso". En nuestra encuesta de junio de 2021, alrededor del 60 por ciento de los gestores dijeron que habían aumentado los inventarios de productos cruciales; un número un poco menor había dado paso al abastecimiento dual de materias primas.
La guerra en Ucrania y las sanciones subsecuentes están dando a los líderes más razones para examinar sus capacidades de abastecimiento. En nuestra próxima encuesta de líderes de las cadenas de suministro, la última de una serie, el 80 por ciento de los encuestados dijo que, a partir de marzo de 2022, habían implementado el "abastecimiento dual", frente al 55 por ciento de hace unos meses. El abastecimiento dual se convertirá en algo aún más importante a raíz de la guerra. Las exportaciones rusas representan alrededor del 2 por ciento de los $19 billones de dólares en comercio mundial anual, pero constituyen porciones mucho más altas de algunos productos básicos clave: metales básicos, como se mencionó anteriormente, y fuentes de energía, grasas y aceites, cereales y productos de madera, entre otros. Encontrar nuevas fuentes de materias primas será particularmente difícil para las industrias cuyos suministros están actualmente concentrados.
Por lo tanto, las cadenas de suministro se están reconfigurando una vez más, como parte de un largo viaje hacia la resiliencia. Es posible que, a medida que el gasto cambie de bienes a servicios, se aliviará parte de la presión sobre las cadenas de suministro, pero no toda. Mientras tanto, a medida que aumenta la tensión, el nearshoring [la subcontratación a países cercanos] (especialmente en las industrias de la construcción y la alta tecnología) y el onshoring [la subcontratación a regiones domésticas] vuelven a estar sobre la mesa de discusión, junto con una nueva idea: "friendshoring" (que es, en palabras de Janet Yellen [secretaria del Tesoro estadounidense desde 2021], un compromiso de trabajar con países que tienen una “fuerte adherencia a un conjunto de normas y valores sobre cómo operar en la economía global”1). La guerra está acelerando una tendencia: en 2021, Canadá y México eclipsaron a China para convertirse en los principales socios comerciales de Estados Unidos.
Es más probable que los estándares tecnológicos globales se separen
No existe tal cosa como una Internet global. Es cierto que muchos países participan en un sistema de información ampliamente compartido. Pero, incluso antes de la guerra, varios más habían acordonado una amplia gama de servicios de contenido, limitando lo que sus habitantes pueden ver y hacer. También habían tomado medidas para promover los estándares tecnológicos que ellos favorecían, como se vio en batallas recientes sobre estándares de hardware y propuestas para reemplazar los protocolos de Internet. Fricciones similares han estado presentes durante mucho tiempo en otros rincones de la tecnología, sobre todo en las telecomunicaciones.
La invasión de Ucrania puede haber ampliado estas divisiones. Los nuevos límites de Occidente sobre las finanzas y algunas tecnologías, y el abandono generalizado de Rusia por parte de muchas empresas occidentales líderes, significan que ese país ha sido esencialmente excluido de una parte importante de la cadena de valor global de alta tecnología. Alrededor del 80 por ciento de las empresas tecnológicas occidentales se han ido de Rusia o están reduciendo sus actividades. Mientras tanto, más del 60 por ciento de las grandes empresas tecnológicas de otras partes del mundo mantienen el rumbo.
En última instancia, un conjunto fragmentado de estándares y políticas tecnológicas significa servicios más costosos para los consumidores y un menor crecimiento de la productividad a nivel mundial.
Los efectos en el sistema financiero son impredecibles
El impacto directo de la guerra en el sistema financiero parece limitado. Los mercados han resistido la sacudida inicial, aunque con algunas pérdidas, sin duda. Los bancos europeos pueden estar entre los más expuestos, con unos $75,000 millones de dólares en activos en riesgo en Rusia, lo que equivale a entre un 6 y un 7 por ciento de su capitalización de mercado antes de la invasión. Sin embargo, las instituciones financieras a nivel mundial están fuertemente capitalizadas y fundamentalmente preparadas para absorber pérdidas.
Más allá de las exposiciones directas de los bancos, los riesgos de un efecto dominó más amplio pueden materializarse. La guerra está agravando los riesgos del sistema financiero que aparecieron, por primera vez, en 2021, como una recesión provocada por la inflación; mayor endeudamiento de los países de mercados emergentes, a menudo denominado en dólares; una burbuja que se desinfla en el sector inmobiliario de China; atascamientos en el sistema de pagos; y el aumento del riesgo de impago en el crédito del sector bancario en la sombra. Todos representan amenazas a los precios de los activos, a las que están expuestos, de diversas maneras, los bancos y otros participantes del sistema financiero.
El primero de estos riesgos, una recesión disparada por la inflación, puede ser el mayor. Los mercados del Tesoro de Estados Unidos han emitido una advertencia: cuando la curva de rendimiento se invierte, a menudo se produce una recesión en un plazo de 12 a 18 meses. Con la recesión vienen pérdidas crediticias. Esas son malas noticias para los bancos, por supuesto; muchos han comenzado a acumular reservas contra esta posibilidad. Pero el aspecto positivo es que, a medida que las tasas suban, los márgenes de préstamo probablemente se expandirán, mejorando los ingresos netos por intereses. No todos los bancos se beneficiarán por igual; aquellos con grandes operaciones de tarjetas de crédito no verán mucho aumento por el incremento de las tasas, pero podrían beneficiarse de mayores volúmenes.
Esta pequeña buena noticia para los bancos también lo es para los consumidores y la industria, ya que es probable que los bancos tengan balances sólidos y bien administrados desde los cuales podrán seguir prestando, en caso de que los tiempos se pongan difíciles. Los bancos líderes ya están pensando en cómo pueden apoyar a sus clientes minoristas y comerciales durante los próximos años, anticipándose a sus necesidades cambiantes.
El gasto en defensa está aumentando
Hasta la fecha, 15 países de la OTAN y Suecia han anunciado un aumento del gasto en defensa tras la invasión de Ucrania, y cinco (incluidos Dinamarca, Alemania, Italia, España y Suecia) superarán el objetivo del 2 por ciento establecido en la cumbre de la OTAN de 2014 en Gales.
El análisis de McKinsey sugiere que, en muchos países, el aumento del gasto probablemente se destinaría a equipos, ya que muchos programas de armas se han reducido y se están quedando atrás. Si eso sucede, los países tendrán que elegir entre inversiones inmediatas o de largo plazo. Si eligen gastar el dinero ahora, posiblemente comprarán equipos listos para usar de sus actuales proveedores de defensa. Esto podría representar un desafío para esas empresas, que deberán lidiar con las disrupciones de la cadena de suministro; la situación podría empeorar con el rápido escalamiento y con la posible escasez de materiales como el titanio, los metales del grupo del platino, etcétera.
Si adoptan un enfoque a largo plazo, podrían invertir en proyectos de I+D y, cuando sea necesario, en medidas para desarrollar o fortalecer la industria de defensa nacional.
La cibernética es un escenario para el conflicto
Los ciberataques trastornan continuamente a las sociedades a nivel mundial al apuntar a la infraestructura crucial. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (Center for Strategic and International Studies) registra, en promedio, diez ciberataques significativos cada mes. El 24 de febrero de 2022, el día de la invasión, el servicio de Internet de ViaSat se interrumpió en toda Europa durante varias horas, lo que afectó a 30,000 clientes, incluidas las comunicaciones militares ucranianas. Desde entonces, los sistemas de energía y las redes de telecomunicaciones de Ucrania han sido desconectadas durante varias horas, y otras organizaciones gubernamentales de ese país han sido “hackeadas”. Los atacantes también se han dirigido a los sitios web públicos de varios ministerios del gobierno ruso.
Algunos ataques pueden tener efectos colaterales mucho más allá de sus objetivos originales, a medida que se propaga el software malicioso [malware]. Dependiendo de la trayectoria de la guerra, es de esperar que la amenaza cibernética continúe. Las empresas y los gobiernos se mantienen atentos a su exposición a los ataques cibernéticos, en particular al secuestro de datos [ransomware] y las campañas de desinformación.
Los actores corporativos están tomando una posición
De las 281 empresas Fortune 500 que estaban presentes en Rusia antes de la guerra, cerca del 70 por ciento han reducido sus actividades o han abandonado sus operaciones en ese país desde el comienzo de la guerra. Casi el 85 por ciento de las compañías con sede en Europa, Reino Unido o Estados Unidos se han ido o se han reducido, frente a solo el 40 por ciento de las que tienen su sede en otras regiones. El éxodo no se limita a a un solo sector.
La reacción corporativa no se hizo esperar. Algunas decisiones se anunciaron a los pocos días de la invasión y a raíz de la primera ronda de sanciones. Más que nunca, las opciones de gestión central las están moldeando un amplio conjunto de partes interesadas [stakeholders] más allá de los inversionistas, incluidos los empleados y los clientes.
Volatilidad, volatilidad, volatilidad
La guerra ha aumentado la volatilidad económica. El índice de volatilidad de Estados Unidos (Volatility Index o VIX) y el índice de incertidumbre de la política económica (economic policy uncertainty o EPU) han aumentado, aunque no tanto como en marzo de 2020, al comienzo de la pandemia de la COVID-19. Esto está en línea con los hallazgos de investigaciones anteriores, en el sentido de que la volatilidad económica es sorprendentemente baja durante la guerra y los períodos de conflicto, probablemente porque un aumento en el gasto público hace que una porción de las ganancias corporativas sea más fácil de predecir.1 Sin embargo, con el tiempo, esta guerra puede resultar diferente debido a sus efectos sobre la energía; la volatilidad en las fuentes y los precios de la energía puede producir efectos dramáticos en toda la economía global.
En otra medida, según una Encuesta Global de McKinsey sobre el sentimiento de los ejecutivos, la guerra ha introducido una volatilidad considerable en los riesgos que los líderes empresariales ven para el crecimiento económico. En nuestra encuesta de marzo de 2022, el riesgo geopolítico desplazó a la pandemia y a la inflación como la mayor amenaza para el crecimiento.
Los mercados han reaccionado de manera diferente a la guerra que al brote de la COVID-19, un recordatorio de que esta crisis requiere un conjunto particular de capacidades de resiliencia. Las empresas deben pensar en los diversos aspectos del riesgo geopolítico y sus efectos potenciales (sobre las operaciones financieras, la organización, la tecnología, la reputación y el modelo de negocios en sí) y desarrollar resiliencia en cada una de estas dimensiones.
Estas disrupciones ya están afectando la vida y los medios de subsistencia de las personas con una fuerza potente y deberán formar parte de la planeación de escenarios de todas las empresas. Y cuanto más dure la guerra, más poderosas e impredecibles pueden volverse estas disrupciones.