MGI Research

¿Qué podría significar una nueva era para América Latina?

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De un vistazo

  • La agitación global actual puede parecer sin precedentes, pero ha habido períodos similares de disrupción aguda en la historia reciente, cada uno de los cuales dio origen a una nueva era con su propio escenario distintivo. La era más reciente fue testigo de la expansión de las cadenas de valor globales y el ascenso meteórico de las tecnologías digitales. Miles de millones de personas se beneficiaron del rápido crecimiento y desarrollo, apoyados por la estabilidad macroeconómica.
  • América Latina no avanzó tanto como pudo haberlo hecho en la era más reciente. Permaneció relativamente en la periferia de la integración económica global, se atrasó en la adopción tecnológica y no se situó al frente de la innovación. Y experimentó un crecimiento más moderado, con algunas economías afectadas por los espectros de la deuda y la inflación.
  • ¿Cómo podría ser una nueva era para el mundo? El viejo mundo unipolar está dando paso a uno multipolar con nuevos y poderosos participantes. Las nuevas tecnologías ofrecen tanto promesa como preocupación. La nueva era tiene más gente mayor y quizás más signos de desigualdad. Los países están luchando para reducir las emisiones y acceder a los recursos necesarios para hacerlo, incluso cuando enfrentan una deuda sin precedentes y una desaceleración del crecimiento.
  • Si estamos en los albores de una nueva era, ¿cómo le irá a América Latina? ¿Puede América Latina potenciar su participación global en un mundo multipolar? ¿Puede ponerse al día con la curva de la innovación tecnológica y utilizar la tecnología para mejorar la equidad? ¿Puede beneficiarse de su población joven, abordar sus desigualdades arraigadas y definir un nuevo contrato social para apoyar el crecimiento a largo plazo? ¿Puede aprovechar sus recursos naturales para ser un motor de la transición cero neto? ¿Puede finalmente elevar el nivel del crecimiento económico regional, la inversión y el crecimiento de la productividad?.
  • Quedan muchas interrogantes sin resolver, y aún deben tomarse decisiones fundamentales, ya que los encargados de tomar decisiones en la región no solo se preparan para una nueva era, sino que también buscan darle forma.

 

En los últimos dos años y medio eventos extraordinarios han perturbado sociedades y negocios, y han impuesto desafíos significativos a la economía mundial. Un artículo reciente del McKinsey Global Institute (MGI) cuestionó si este grupo de eventos significativos podría presagiar una nueva era para el mundo y cómo podría ser esa nueva era. El MGI se basó en la historia y sugirió un marco global basado en una perspectiva histórica para analizar la importancia de las disrupciones actuales y evaluar lo que puede venir después.1En la cúspide de una nueva era?,” McKinsey Global Institute, octubre de 2022.

Este artículo considera lo que podría significar una nueva era global para América Latina. Muchos de estos acontecimientos mundiales han afectado profundamente a la región. La pandemia golpeó duramente a América Latina, la inflación ha aumentado la presión sobre los grupos de bajos ingresos de la región y las tensiones geopolíticas polarizadoras han ido en aumento. Además de esto, está la cuestión apremiante de si, y cómo, la región podría comprometerse con un mundo más multipolar, y si puede fortalecer su posición a través del desarrollo de la unidad regional. En América Latina, como en el resto del mundo, estos son tiempos volátiles e inciertos.

En su investigación global, el MGI ha identificado conjuntos de disrupciones en el pasado relativamente reciente. Destacan tres: las secuelas inmediatas de la Segunda Guerra Mundial (1944-1946), el período en torno a la crisis del petróleo (1971-1973) y la disolución de la Unión Soviética (1989-1992). Cada uno cambió el panorama global y marcó el comienzo de una nueva era: el Auge de la Posguerra (1944-1971), la Era de la Discordia (1971-1989) y la Era de los Mercados (1989-2019). Estos períodos prolongados fueron testigos de una profunda transformación en las economías y las sociedades: el mundo con el que nos habíamos familiarizado en 2019, antes de la turbulencia actual, se había transformado en los 20 años desde el episodio anterior de disrupción, pero el terreno subyacente estaba relativamente asentado.

Durante la Era de los Mercados, hubo un aumento notable en la interconexión económica global y una rápida adopción de tecnologías digitales. En ambos, América Latina se quedó atrás. El comercio de la región con el resto del mundo aumentó, pero a un ritmo más lento que en países en etapas similares de desarrollo. América Latina siguió siendo en gran medida exportadora de materias primas. Muchas de sus economías constituyentes tenían una participación débil en las cadenas de valor globales. En la década de 2010, muchas economías en desarrollo, sobre todo en el este de Asia, se acercaron o incluso superaron los niveles promedio de adopción digital de la OCDE (medidos por las tarifas de suscripción de telefonía móvil y banda ancha fija). En contraste, la brecha entre las economías de América Latina y la OCDE se amplió.

Si el mundo está entrando en otra era, ¿cómo le iría a América Latina? Analizamos la nueva era y sus implicaciones para la región a través de la lente de cinco dominios: (1) el orden mundial: las instituciones, marcos y reglas que dan forma a los asuntos internacionales; (2) las plataformas tecnológicas: las plataformas y ciencias aplicadas que permiten el desarrollo y la innovación; (3) las fuerzas demográficas: las tendencias demográficas y contornos socioeconómicos entre poblaciones; (4) los sistemas de recursos y energía: los sistemas para transportar y convertir energía y materiales para su uso; y (5) la capitalización: los impulsores de la oferta y la demanda global, y las trayectorias de las finanzas y la riqueza.

Esta investigación utiliza América Latina como lente, pero, por supuesto, América Latina se compone de una mezcla diversa de economías, pueblos e historias. De hecho, los lazos entre sus partes constituyentes pueden no ser tan fuertes como podría implicar la etiqueta. Además, la noción misma de América Latina puede resonar más fuera de la región que dentro de ella. Sin embargo, este documento intenta plantear interrogantes y posibles implicaciones que pueden aplicarse ampliamente en toda la región. Sugerimos que existen algunos hilos comunes y que queda por plantear un conjunto de preguntas abiertas y opciones en toda la región (Gráfica 1). La suerte aún no está echada.

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El orden mundial

La Era de los Mercados fue testigo del crecimiento de una economía más globalmente integrada. La desintegración de la Unión Soviética dejó a los Estados Unidos como la potencia política mundial indiscutible. Las cadenas de valor globales se extendieron rápidamente cuando más economías se abrieron al sistema de comercio mundial. China emergió como un centro comercial global, convirtiéndose en el mayor importador mundial de materias primas, en particular energía y minerales, y el mayor exportador de productos manufacturados. ¿Cómo podría evolucionar el orden mundial? Globalmente, dos direcciones de avance parecen evidentes. Primero, un mundo unipolar centrado en los Estados Unidos podría dar paso a la multipolaridad con el ascenso de China y las economías emergentes. En segundo lugar, esta multipolaridad podría conducir a una realineación en bloques regionales más diferenciados

— ¿Qué papel puede jugar América Latina en un mundo multipolar?

La propia región está adoptando la multipolaridad. En 2000, los Estados Unidos eran el principal socio comercial de bienes de casi todos los países de América Latina. Entre 2000 y 2021, el comercio de América Latina con China se multiplicó por 28 —casi el doble de la tasa de crecimiento del comercio con sus pares de mercados emergentes y de ingresos medios—, mientras que la región mantuvo vínculos comerciales crecientes con los Estados Unidos. En Sudamérica, China se convirtió en el mayor socio comercial extrarregional para casi todas las economías más grandes. En Centroamérica, los Estados Unidos siguieron siendo el mayor socio comercial, pero China ascendió hasta convertirse en el segundo más grande. Y entre 2000 y 2021, México fue testigo de un aumento de 40 veces en el comercio con China y el mayor aumento en valor del comercio de bienes con los Estados Unidos de cualquier economía mundial excepto China.2 De hecho, en 2019, México superó a China como el mayor socio comercial de los Estados Unidos gracias a las relaciones económicas impulsadas por el Acuerdo Comercial entre los Estados Unidos, Canadá y México (Gráfica 2).3 Y la multipolaridad de la región se extiende más allá del comercio. Por ejemplo, en la opinión pública, las encuestas sugieren que la gente ve a los Estados Unidos y a China de manera igualmente favorable.4 En cuestiones de política mundial, según las prácticas de voto en la Asamblea General de la ONU, América Latina es la región menos alineada con los Estados Unidos o China.5

Sin embargo, América Latina en general no ha aprovechado sus crecientes interconexiones globales para integrarse mejor en la economía global. Excluyendo a México, las materias primas representan alrededor de 56 por ciento de las exportaciones de bienes de América Latina, y los bienes primarios representan alrededor de 80 por ciento de las exportaciones de bienes de la región a China. En sus pares de mercados emergentes y de ingresos medios, ambas cifras están más cerca del 30 por ciento.6 Con la guerra en Ucrania aumentando la importancia de la geopolítica en las asociaciones comerciales, las economías de América Latina podrían beneficiarse del cambiante panorama político a medida que las economías buscan diversificarse. Centrándose más específicamente en el comercio con América del Norte, la deslocalización cercana (nearshoring) a América Latina podría generar importantes oportunidades económicas.7

— ¿Los países de América Latina fortalecerán sus interconexiones para promover sus objetivos económicos comunes?

América Latina es el hogar de más de 600 millones de personas, y es inusual que la gran mayoría de ellos (alrededor de 95 por ciento) tienen al menos uno de los dos idiomas oficiales de la región: español o portugués.8 En comparación, otras regiones tienen muchos idiomas que pueden crear barreras a la interconexión.9 Sin embargo, según algunas medidas, los países constituyentes de América Latina gozan de una cohesión más débil que aquellos de otras regiones. La calidad de los enlaces intrarregionales de transporte por carretera es la más baja de cualquier región que no sea África subsahariana.10 Las exportaciones intrarregionales en América Latina representan 14 por ciento de las exportaciones totales, las más bajas de cualquier región grande, y los compromisos de integración comercial regional no siempre se han cumplido.11 En Europa, la mayoría de los estudiantes que estudian en el extranjero lo hacen en otro país europeo a pesar de las barreras que imponen los muchos idiomas del continente. En América Latina, la mayoría de los estudiantes de estudios en el extranjero viajan fuera de la región.12 En un mundo más multipolar, América Latina puede tener mayores oportunidades si puede construir conexiones a pesar de los desafíos específicos de su topología.

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Las plataformas tecnológicas

Durante la Era de los Mercados, la World Wide Web y una caída en el costo del procesamiento impulsaron una revolución digital. Desde casi cero al comienzo de la era, en 2019 la proporción de la población mundial que tenía un teléfono móvil era de 67 por ciento y 54 por ciento usaba internet.13 Casi 99 por ciento de los datos se habían almacenado en medios analógicos; casi todos los datos ahora se almacenan digitalmente. El impulso renovado puede provenir de tecnologías nuevas y emergentes, como la IA aplicada. La geopolítica puede influir en la esfera tecnológica a medida que una geopolítica más fracturada haga de la autonomía estratégica una mayor prioridad.

— ¿Acelerará América Latina el acceso equitativo a la tecnología y desarrollará las habilidades tecnológicas que necesita para el mundo digital actual?

En la década de 2010, la cantidad de usuarios de internet en América Latina se duplicó a aproximadamente dos tercios de la población. Pero según algunas medidas, la región se quedó atrás. En la década de 2010, las economías en desarrollo de Asia Oriental, por ejemplo, cerraron la brecha con sus pares de la OCDE en las tarifas de suscripción de banda ancha fija y superaron el promedio de la OCDE para las tarifas de suscripción móvil. Sin embargo, en América Latina, la brecha con el promedio de la OCDE se amplió en ambas medidas.14 Además, existen diferencias sustanciales en el acceso y uso entre países, quintiles de ingreso y la brecha rural-urbana. Por ejemplo, mientras que el uso de internet en Uruguay está cerca del promedio de la OCDE, en El Salvador es casi 40 puntos porcentuales más bajo. Otro ejemplo sorprendente es Perú, donde alrededor de 75 por ciento de los ingresos del quintil superior son usuarios habituales de internet, frente a 15 por ciento en el quintil inferior; esta brecha de 60 puntos porcentuales es cuatro veces el promedio de las economías de la OCDE. El mundo cada vez más digital corre el riesgo de afianzar las desigualdades, particularmente debido a la escasez de habilidades. Menos de la mitad de los latinoamericanos tienen suficientes habilidades para usar computadoras para tareas profesionales básicas, lo que probablemente socava la productividad de las empresas, particularmente las pequeñas.15 La región tiene un claro imperativo de abordar la educación y el desarrollo de habilidades.16

— ¿Puede América Latina ponerse al día con la curva tecnológica global?

América Latina a menudo ha llegado tarde a las tecnologías. La agricultura mecanizada es un ejemplo prosaico. La adopción de tractores en la región es aproximadamente una quinta parte de la de Asia Oriental y el Sudeste Asiático, aunque la tecnología existe desde hace más de dos siglos.17 En el caso de la tecnología digital, mientras que la adopción del dinero móvil se disparó en África en la década de 2010, su adopción en América Latina alcanzó solo 2 por ciento en 2019, unas ocho veces menos que la tasa en África.18 Sin embargo, la pandemia desencadenó un auge en la adopción de tecnología, incluidos los pagos digitales y el comercio electrónico. En Brasil, por ejemplo, más de la mitad de la población se unió al sistema de pago digital Pix en menos de un año.19 La adopción de tecnología se ha visto respaldada por el surgimiento de empresas nuevas e innovadoras: cuatro quintas partes de los “unicornios” emergentes de América Latina se enfocan en la tecnología financiera (fintech) y el comercio electrónico.20 Este rápido aumento en la adopción de tecnología es notable y demuestra el potencial para escalar las tecnologías existentes más rápidamente que en regiones con cadenas de valor más establecidas. Sin embargo, que América Latina pueda establecerse como líder en tecnologías de punta es menos claro. Con alrededor de 0,6 por ciento del PIB, la inversión regional en investigación y desarrollo es menos de una cuarta parte del promedio en la OCDE y China. La región representa menos de 2 por ciento de las solicitudes de patentes del mundo; de estos, menos de una quinta parte son presentadas por latinoamericanos.21 América Latina importa alrededor de ocho veces más propiedad intelectual de lo que exporta, la proporción más alta de cualquier región fuera de África (Gráfica 3).22 A medida que las tecnologías de punta como la IA despegan, la región corre el riesgo de quedarse atrás una vez más. Por ejemplo, las estimaciones sugieren que el impacto de la IA en la economía de América Latina será de tres a cinco veces menor que en Norteamérica y China.23 El futuro de América Latina dependerá de su capacidad tanto para seguir integrando las tecnologías existentes como para encontrar focos de oportunidad que impulsen la frontera.

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Las fuerzas demográficas

La urbanización generalizada, la disminución de las tasas de fertilidad, el envejecimiento, el aumento del acceso a la educación y la reducción de la pobreza marcaron la Era de los Mercados. Pero los desequilibrios permanecieron. La riqueza y la desigualdad de ingresos dentro de los países aumentaron en todo el mundo. En la próxima era, es probable que muchas economías experimenten un estancamiento o incluso una reducción de grupos de personas en edad de trabajar y un rápido aumento en la proporción de personas mayores en la población general. La desigualdad dentro de los países ha alcanzado su nivel más alto desde su punto máximo a principios del siglo XX, y en la nueva era la cohesión social puede estar bajo una presión cada vez mayor.

— ¿Podrá América Latina encontrar un nuevo modelo de crecimiento antes de que su demografía se ponga al día?

Se estima que 75 por ciento del crecimiento del PIB de América Latina entre 2000 y 2019 se debió a que la gente ingresó a la fuerza laboral, y solo 25 por ciento se atribuyó a ganancias de productividad. A modo de comparación, en China, más de 95 por ciento del crecimiento durante el mismo período se debió a ganancias de productividad.24 Este modelo de crecimiento impulsado por la mano de obra se complementa con la población joven en edad de trabajar de América Latina: aproximadamente una cuarta parte de su población tiene entre 15 y 30, la mayor proporción de adultos jóvenes de cualquier región del mundo excepto África. La relativa juventud de la región es particularmente marcada en muchos países centroamericanos.25 Puede generar una serie de beneficios, particularmente porque los jóvenes latinoamericanos se encuentran entre los más emprendedores a nivel mundial.26

Pero la capacidad de América Latina de depender de la expansión de la fuerza laboral para impulsar el crecimiento no durará mucho más. La región está envejeciendo rápidamente a medida que disminuyen las tasas de natalidad y aumenta la esperanza de vida (Gráfica 4).27 En los próximos 30 años, el número absoluto de personas mayores de 60 años en América Latina se duplicará con creces a cerca de 200 millones o más de 25 por ciento de la población, ejerciendo una presión cada vez mayor sobre los sistemas de pensiones, atención médica y asistencia social.28 La proporción de la población en edad de trabajar en las grandes economías latinoamericanas, como Brasil, Chile y Colombia, ya alcanzó su punto máximo y ahora está cayendo, mientras que México y la mayoría de los países de América Central podrían alcanzar este punto de inflexión dentro de una década.29 Sin un cambio hacia un nuevo paradigma de crecimiento, como uno impulsado por la inversión y la innovación, la demografía cambiante de América Latina podría presagiar una desaceleración regional.

— ¿Abordará América Latina las desigualdades arraigadas y definirá un nuevo contrato social para el crecimiento?

La desigualdad es un desafío profundamente arraigado en la región.30 Dieciséis de los 30 países más desiguales del mundo (medidos por la distribución del ingreso) se encuentran en América Latina.31 Pero la desigualdad se extiende más allá del ingreso. Por ejemplo, la participación de las mujeres en la fuerza laboral es alrededor de 25 puntos porcentuales más baja que la de los hombres.32 Casi una cuarta parte de los habitantes rurales no tienen acceso a agua corriente, en comparación con menos de 5 por ciento sin acceso en las áreas urbanas.33 Y la movilidad intergeneracional es baja, propagando las desigualdades a través de las generaciones. En Brasil y Colombia, podría tomar cerca de diez generaciones para que una familia de bajos ingresos alcance un ingreso promedio, en comparación con entre cuatro y cinco generaciones, en promedio, en las economías de la OCDE.34 Además, alrededor de 50 por ciento de la mano de obra de la región es informal, y alrededor de 25 por ciento de los habitantes urbanos viven en asentamientos informales.35 La desigualdad persistente y la falta de oportunidades percibida probablemente han contribuido al aumento del malestar. De hecho, la perspectiva de condiciones económicas más estrictas y una gobernabilidad relativamente débil en la región sugiere que algunas economías pueden ser vulnerables a caer en la fragilidad estatal.36 Consideremos que entre 2010 y 2021, América Latina fue testigo de la mayor disminución relativa de cualquier región del mundo en los índices de la eficacia del gobierno, el estado de derecho y el control de la corrupción.37 La fragilidad a menudo puede verse exacerbada por la riqueza de los recursos naturales.38 Varias de las economías más grandes de la región están lidiando con reformas sociales relacionadas con la salud, la seguridad social y el trabajo. No está claro que pueda surgir un nuevo contrato social que ofrezca empleo de alta calidad y oportunidades a los ciudadanos de la región.

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Los sistemas de recursos y energía

Durante la Era de los Mercados, el consumo global de combustibles fósiles cada vez más abundantes siguió aumentando, pero este acceso más amplio a los recursos energéticos vino con una mayor conciencia del daño que se estaba causando al clima. Muchos países se han comprometido a esforzarse por lograr emisiones de carbono cero neto, y la atención se ha desplazado de la inversión en combustibles fósiles a la inversión en reemplazarlos. Sin embargo, en la nueva era, es posible que los países deban lidiar con una paradoja: el ritmo actual de inversión en energía renovable es demasiado lento para cumplir con las ambiciones de reducción de carbono, pero la inversión actual en combustibles fósiles es demasiado baja para compensar el déficit. Para 2019, 72 por ciento de la nueva capacidad neta anual de generación de electricidad a nivel mundial provino de energías renovables.39 Sin embargo, 84 por ciento de los gigajulios consumidos a nivel mundial todavía procedían de fuentes de energía fósil, una cifra que se ha mantenido prácticamente estable durante 30 años.40 La inversión mundial en el suministro de energía se había estancado; en 2022, el gasto mundial en infraestructura de suministro de energía estuvo muy por debajo del pico de 2014. Lograr el cero neto requerirá un aumento significativo en la inversión energética global, pero la guerra en Ucrania y el endurecimiento de las condiciones financieras globales podrían desafiar la velocidad de la transición.

— ¿Cómo se potenciará América Latina y reducirá sus emisiones de gases de efecto invernadero?

América Latina enfrenta tres idiosincrasias que pueden marcar su camino hacia la descarbonización.

• En primer lugar, muchas economías de la región dependen de los combustibles fósiles para obtener ingresos y divisas.41 Al mismo tiempo, la región disfruta de algunas de las mejores condiciones a nivel mundial para la generación de energía renovable, incluida la energía hidroeléctrica, eólica y solar; los Andes tienen el potencial de energía fotovoltaica más alto de todas las regiones del mundo.42 A corto plazo, los precios más altos de las materias primas energéticas pueden alentar las exportaciones de combustibles fósiles y dar impulso al cambio nacional hacia las energías renovables. Entre 2016 y 2021, la capacidad de energía solar de América Latina creció en torno a 35 por ciento cada año. Esta tasa de crecimiento era más del doble del promedio mundial y la más rápida de todas las regiones del mundo.43

• En segundo lugar, aunque la producción de electricidad está relativamente descarbonizada según los estándares globales, electrificar y descarbonizar la energía en su conjunto sigue siendo una tarea formidable que requerirá cambios e inversiones significativos. Alrededor de 60 por ciento de la electricidad en América Latina proviene de fuentes renovables, el doble del promedio mundial.44 Pero solo alrededor de 20 por ciento del uso final de energía en América Latina proviene de la electricidad, una cifra similar al promedio mundial.45 La descarbonización de sectores como el transporte y la industria podría acelerarse haciendo un mayor uso del potencial de la región para energía solar, eólica, biometano y biocombustibles, así como la energía hidroeléctrica existente.46 América Latina también podría convertirse en un importante productor de hidrógeno verde a bajo costo, no solo apoyando la descarbonización nacional sino también potencialmente abasteciendo a un mercado global en crecimiento.47

• En tercer lugar, América Latina deberá abordar las emisiones de la explotación de la tierra (land-use emissions) más que la mayoría de las demás regiones. La energía representa solo 43 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en América Latina, frente a un promedio mundial de alrededor de 74 por ciento. La agricultura, los cambios de explotación de la tierra y la silvicultura aportan 45 por ciento de sus emisiones, frente a un promedio mundial de alrededor de 14 por ciento.48

La descarbonización creará compensaciones internas. La investigación de McKinsey encontró que la región tendría que asignar poco menos de 10 por ciento de su PIB en activos físicos para apoyar la transición a cero neto, aproximadamente dos puntos porcentuales por encima del promedio mundial.49 Cumplir con la descarbonización nacional requerirá superar desafíos como asegurar el financiamiento y desbloquear permisos y aprobaciones, y abordar las brechas de talento e infraestructura.

— ¿Puede América Latina ser un motor de la transición global a cero neto?

Muchos recursos críticos necesarios para la transición a cero neto son abundantes en la región (Gráfica 5). América Latina posee aproximadamente la mitad del litio del mundo, 36 por ciento de su cobre y 16 por ciento de su níquel. Se estima que Brasil tiene una de las mayores reservas de tierras raras (rare earths) fuera de China.50 Además, América Latina también contiene alrededor de 50 por ciento de la biodiversidad del mundo y 23 por ciento de sus bosques, elementos clave de la estabilidad climática global y la sustentabilidad más amplia, y un complemento crucial para la transición energética.51 Por lo tanto, la región tiene una oportunidad única para apoyar la descarbonización global, desde las cadenas de valor renovables hasta el secuestro de carbono forestal. Sin embargo, existen tensiones potenciales entre las necesidades de las comunidades locales y los requisitos globales de la transición. El debate sobre la minería del litio en Chile es un ejemplo.52 De manera similar, la reducción de la deforestación y la práctica de la forestación deberían gestionarse con cuidado para garantizar que las comunidades fronterizas de los bosques se beneficien.53

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La capitalización

Como sugiere su nombre, la Era de los Mercados vio el surgimiento de economías de mercado en todo el mundo. El hipercrecimiento en China —cerca de 10 por ciento cada año durante toda la era—, así como el crecimiento en India y algunas economías del Sudeste Asiático impulsaron un cambio en el crecimiento del PIB mundial de las economías de ingresos altos a las de ingresos bajos y medianos. En las economías avanzadas, el auge de la productividad de fines de la década de 1990 comenzó a disminuir a mediados de la década de 2000.54 Pero la Era de los Mercados también fue testigo de un aumento récord en la deuda de los hogares, las empresas no financieras y el gobierno. La deuda total en las economías avanzadas se encuentra en su nivel más alto desde el final de la Segunda Guerra Mundial.55 En una nueva era, cuyo comienzo está marcado por un repunte de la inflación y el aumento de las tasas de interés, el balance global parece estar expuesto. Será muy necesario acelerar el crecimiento de la productividad.

— ¿Cómo sorteará la región los vientos en contra de la economía mundial?

La región parece estar recuperándose del impacto inducido por la pandemia. El consumo, el empleo y la actividad económica están todos por encima de los niveles previos a la pandemia.56 Pero la inflación sigue siendo alta a pesar de que los bancos centrales de la región se movieron más rápido y con más agresividad que la mayoría de las economías avanzadas para aumentar las tasas.57 La deuda pública saltó a más de 70 por ciento del PIB durante la pandemia, que podría resultar un lastre para el crecimiento futuro y generar dudas sobre la sostenibilidad de la deuda si las condiciones económicas se deterioraran (Gráfica 6).58 El actual endurecimiento monetario de los Estados Unidos podría tener un impacto negativo en las economías de América Latina. Un crecimiento mundial más lento podría eliminar el reciente efecto de contrapeso de los precios más altos de las materias primas.59 Dado que los gobiernos y las empresas de América Latina tienen una elevada proporción de deuda denominada en dólares estadounidenses en comparación con otros países, la capacidad de la región para hacer frente al servicio de su deuda está especialmente expuesta al riesgo de tipo de cambio.60 Este riesgo se agrava a medida que el dólar estadounidense sigue apreciándose en relación con muchas monedas locales.61

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— ¿Podrá América Latina impulsar el crecimiento de la productividad?

Desde principios de la década de 1980, la tasa de crecimiento de la productividad de América Latina ha promediado solo 0,4 por ciento cada año, aproximadamente una quinta parte del promedio de las economías en desarrollo a nivel mundial.62 Si bien las economías emergentes comparables de Asia y Europa del Este han experimentado un rápido crecimiento económico per cápita real, América Latina no lo ha hecho (Gráfica 7).63 Esto se debe a una amplia variedad de razones, incluidas las mayores barreras para hacer negocios, así como las brechas en el capital humano, tecnológico y de infraestructura.64 La dinámica competitiva de la región también contribuye. Las empresas están polarizadas en grandes empresas ya establecidas y una larga cola de empresas pequeñas, improductivas y, a menudo, informales, con un "medio faltante" (“missing middle”) de empresas medianas dinámicas que pueden desafiar a las tradicionales, innovar e impulsar el crecimiento.65 En particular, las empresas medianas enfrentan desafíos para acceder al capital para facilitar su crecimiento; alrededor de 30 por ciento de ellas reportan que sus finanzas son una limitación importante.66 Esta imagen parecía estar cambiando. Por ejemplo, la inversión de capital privado se cuadruplicó con creces entre 2015 y 2022.67 Sin embargo, la trayectoria futura es menos segura dado el endurecimiento de las condiciones económicas mundiales y los cambios en la tolerancia al riesgo de los inversionistas que parecen estar restringiendo el aumento de la inversión.

Abordar el bajo crecimiento de la productividad será esencial para permitir que la región tenga éxito, especialmente a medida que su principal impulsor histórico del crecimiento —el dividendo demográfico— se desvanece. Para los mercados emergentes en otras regiones, históricamente, el rendimiento superior ha sido posible gracias a factores tales como la inversión nacional, así como la apertura a los flujos de capital extranjero, la integración con los mercados de exportación globales y un entorno empresarial que fomenta la competencia y el crecimiento de las grandes empresas.68 A medida que las economías latinoamericanas navegan por las actuales turbulencias, será fundamental encontrar enfoques que permitan aumentar la productividad y obtener mejores resultados.

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¿Cómo pueden pensar los líderes de América Latina acerca del camino a seguir?

Responder a las turbulencias y los principales desafíos actuales —que incluyen la desaceleración del crecimiento económico, la inflación, la seguridad energética, el cambio climático, las tensiones geopolíticas y la presión sobre la cohesión social— puede parecer abrumador, pero hay motivos para el optimismo.

En el período de posguerra, a pesar de los momentos intermitentes de disrupción significativa, el mundo en su conjunto se ha transformado. Surgieron nuevas mayorías. La proporción de la población mundial conectada a través de telefonía móvil e internet superó 50 por ciento. Para 2019, 53 por ciento de la población mundial tenía ingresos por encima de la línea de pobreza más alta del Banco Mundial, de $6,85 dólares diarios. La proporción del crecimiento del PIB mundial proveniente de países de ingresos bajos y medianos aumentó por encima de 50 por ciento.

América Latina se ha visto impulsada por esta ola, pero aún opera muy por debajo de su pleno potencial, tanto como región como a nivel de sus países constituyentes. Tiene notables fortalezas intrínsecas: una población de más de 600 millones con una alta proporción de adultos jóvenes, enormes reservas de minerales y abundantes recursos energéticos, y una extensa biodiversidad. Sin embargo, históricamente la región no siempre ha logrado aprovechar sus fortalezas. Su desarrollo se ha visto restringido por una variedad de factores limitantes, que incluyen niveles más bajos de capital humano, un sector financiero subdesarrollado y una relativa falta de inversión en infraestructura. Las instituciones públicas más débiles y las limitaciones en la gobernabilidad también han contribuido.69 Estos problemas no son nuevos, pero la perspectiva de una nueva era en los próximos años hace que su resolución sea aún más urgente. ¿Puede América Latina movilizar sus fortalezas —colectivamente y dentro de sus economías individuales— no solo para capear la turbulencia actual sino también para prosperar en una nueva era a medida que se desenvuelva? ¿Puede la región superar su fragmentación para trabajar hacia metas comunes, como establecer objetivos de integración, incluida la estructuración de proyectos de infraestructura integradora y el fortalecimiento de las instituciones regionales?

América Latina tiene fortalezas intrínsecas notables: una población de más de 600 millones de personas con una alta proporción de adultos jóvenes, enormes reservas de minerales y abundantes recursos energéticos, además de una extensa biodiversidad.

La transición a una nueva era es una bifurcación en el camino para América Latina. Bien manejada, la abundancia de recursos críticos de la región para la transición a cero neto podría estimular la inversión en infraestructura y capital humano, y podría catalizar tanto la transferencia de tecnología como la innovación. La globalización cambiante podría ayudar a América Latina a estar más conectada: al financiamiento, los mercados y las corporaciones globales. Su población es joven, y apoya oportunidades de crecimiento y nuevas formas de hacer las cosas. Podría surgir un círculo virtuoso en el que la inversión y la innovación eleven la productividad, aumenten los ingresos públicos y privados y creen el stock de capital, humano y de otro tipo, para permitir un mayor crecimiento. Esta podría ser la oportunidad de la región para experimentar la expansión económica en auge que se observa en los países de medianos ingresos con un rendimiento superior en otros lugares. Por el contrario, si se gestiona mal, la región podría encontrarse con un aumento de la desigualdad, crecientes tensiones sociales y el estancamiento económico.

Si el mundo se encuentra en las primeras etapas de un cambio sísmico —como parece sugerir la evidencia—, ¿qué preguntas deberían hacerse los líderes de América Latina? Necesitan prepararse para la posibilidad de una nueva era y posicionarse para darle forma.


En sus Memorias, el poeta chileno Pablo Neruda escribió: “A América Latina le gusta mucho la palabra 'esperanza'. Nos gusta que nos llamen el 'continente de la esperanza'. (…) Esta esperanza es realmente algo así como una promesa del cielo, un pagaré cuyo pago siempre se pospone. Se pospone hasta la próxima campaña legislativa, hasta el próximo año, hasta el próximo siglo”. Podríamos tomar prestada la metáfora de Neruda y preguntarnos si ahora es la oportunidad de América Latina de traducir su esperanza y promesa en acción: de cobrar su pagaré.

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