En sus marcas, listos, fuera… y sigamos adelante: Por qué la velocidad es clave para una transformación exitosa

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Un plan de transformación ambicioso va mucho más allá de la reducción de costos; establece una trayectoria de mayor rendimiento para la empresa. En esta época de incertidumbre económica global, una transformación de la cartera, el modelo operativo, el balance y las estrategias digitales y de talento también puede generar resiliencia en toda la empresa, de modo que la organización sea capaz de manejar mejor la adversidad y adaptarse continuamente para el crecimiento.

Sin embargo, la investigación de McKinsey muestra que las transformaciones son difíciles de lograr, a pesar de las mejores intenciones. Las empresas deben acertar en varios aspectos, como establecer objetivos ambiciosos basados en hechos y crear un “por qué” convincente que vaya más allá de proteger la cuenta de resultados. Un factor, en particular, se destaca: la velocidad. En el entorno empresarial actual, las empresas tienen que ver que el valor aterrice rápidamente.

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Es difícil encontrar a alguien en la alta dirección –la llamada C-suite– que esté en contra del concepto de velocidad. Pero eso no se traduce necesariamente en una visión de toda la empresa. Desde cambiar la mentalidad hasta incorporar lo digital más allá de la TI, algunas cosas toman tiempo. Tres acciones son cruciales: prepararse para una ejecución rápida desde el principio, mantener el impulso más allá del lanzamiento inicial e integrar la infraestructura operativa de la transformación en la actividad habitual para que los cambios se mantengan.

Prepárese para la carrera

Muchas organizaciones se quedan atascadas en la parrilla de salida, desperdiciando un tiempo, una energía y un impulso valiosos. Un problema es que los comportamientos y las prácticas arraigados pueden tener un impacto negativo en el logro de resultados rápidos. Las empresas que se toman el tiempo de antemano para identificar las barreras que les impiden avanzar a buen ritmo y toman medidas para eliminar estos obstáculos tienen cuatro veces más probabilidades de calificar sus programas de cambio como un éxito, en comparación con aquellas que no identifican ni afrontan dichas barreras.

Apresurarse al principio convierte el estallido inicial de ideas en un plan realizable y riguroso en unos cuantos meses. Las victorias rápidas pueden generar entusiasmo, cimentar el compromiso y alimentar (y financiar) las ambiciones a más largo plazo. El análisis de McKinsey muestra que las transformaciones exitosas generalmente implementaron iniciativas que, en última instancia, aportaron el 57 por ciento del valor en seis meses y el 74 por ciento del valor incrementado por completo al final del primer año (Gráfica 1).

Ready, set, go, and keep going: Why speed is key to a successful transformation

Para respaldar un comienzo rápido y generar liquidez para inversiones a más largo plazo, las empresas a menudo recurren a iniciativas vinculadas al balance. Por ejemplo, mejorar el capital de trabajo a través de una mejor gestión del inventario o corregir los procesos de facturación, suele generar efectivo a los pocos meses de su implementación. En términos más generales, ir al balance general ayuda a que una transformación despegue rápidamente y financia las inversiones que la empresa quiere hacer. En un período de incertidumbre económica, un balance general saludable ayuda a crear resiliencia y brinda a las empresas opciones para desplegar capital a medida que comienza la recuperación.

Mantenga el impulso

Es fundamental resistirse a la tentación de declarar la victoria demasiado pronto, incluso si las primeras señales de creación de valor son prometedoras. Nuestra investigación muestra que las organizaciones a menudo no consiguen mantener el impacto que han logrado, ya que la disciplina de desempeño se erosiona después del primer año. En estos casos, los incentivos y los presupuestos se desalinean con los nuevos objetivos, y los equipos de gestión no logran seguir invirtiendo en el futuro, lo que les deja sin preparación para el próximo horizonte.

En el segundo año de una transformación, busque nuevas oportunidades de creación de valor y asegúrese de que los incentivos reflejan estos objetivos y compromisos renovados (Gráfica 2).

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Desarrolle e integre capacidades

El potencial de creación de valor comienza a disminuir desde el primer día, según muestra la investigación de McKinsey, con casi la mitad de los posibles beneficios financieros perdidos si las empresas cambian a un ritmo más lento. Esto subraya la importancia de la infraestructura operativa como una nueva forma de trabajar (Gráfica 3).

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Las transformaciones que pierden impulso a menudo no se enfocan lo suficiente en crear y retener las habilidades necesarias para el éxito. Si bien el análisis de McKinsey muestra que más del 50 por ciento de los directivos de la C-suite colocan el desarrollo de capacidades entre sus tres prioridades principales, solo alrededor de una cuarta parte de ellos incorporan el desarrollo de capacidades en sus programas de transformación. Desarrollar habilidades básicas, como la comprensión de los rendimientos de las inversiones de capital, es fundamental para aportar valor.

En el segundo año de una transformación, busque nuevas oportunidades de creación de valor y asegúrese de que los incentivos reflejen estos objetivos y compromisos renovados.

Los datos de McKinsey sobre salud organizacional muestran que cuando más del 30 por ciento de los empleados participan en programas de desarrollo de capacidades, la puntuación del índice de salud de los empleados aumenta al 46 por ciento, en comparación con solo el 12 por ciento cuando participan entre el 10 y el 30 por ciento de los empleados (Gráfica 4). En este período de bajo desempleo y preferencias laborales cambiantes, las empresas pueden desarrollar capacidades para retener y atraer trabajadores.

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Al mismo tiempo, el desarrollo de capacidades mejora el rendimiento total del accionista (total shareholder return, o TSR). Las empresas con más del 30 por ciento de los empleados involucrados en programas de desarrollo de capacidades aportan aproximadamente un 40 por ciento más de TSR que las que no tienen dichos programas.

Centrarse en las capacidades permite a las empresas mantener un ritmo rápido a lo largo de la transformación, desde eliminar las barreras para que puedan ejecutar rápidamente hasta conservar ese impulso inicial e incorporar prácticas exitosas a largo plazo. Capturar el potencial sin explotar no es un lujo en el cambiante mundo empresarial de hoy: es esencial.

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