El creciente saldo de la guerra en Ucrania

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En este episodio deThe McKinsey Podcast, Sven Smit, socio sénior y presidente del McKinsey Global Institute, habla con Lucia Rahilly, directora editorial global, sobre algunos de los efectos potenciales de la guerra y la incertidumbre en Ucrania. Esta conversación se grabó el 21 de marzo de 2022. Esta es una transcripción editada.

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Roberta Fusaro y Lucia Rahilly son las copresentadoras de The McKinsey Podcast.

Una crisis humana y humanitaria

Lucia Rahilly: Reconozco que este es un momento caótico para usted, dados los efectos brutales de la guerra en Ucrania y la conmoción e incertidumbre actuales, tanto en la región europea como en todo el mundo. Estamos muy agradecidas de que haya podido darse tiempo para hablar con nosotras hoy.

Sven Smit: En verdad es un momento complejo. Vivo en Europa y esto está tan cerca que no puedo sacarlo de mi corazón. Mi madre tiene 80 años. Vivió en Alemania del Este y huyó de la opresión gubernamental en la década de 1960. No pensó que viviría para ver esto de nuevo. Y ahora está ocurriendo en nuestro territorio mientras miramos. Es una verdadera atrocidad y un dolor humanitario inimaginable.

Lucia Rahilly: Está claro que la guerra nos afecta a todos, pero debe sentirse de forma especialmente aguda en Europa, incluso fuera de la zona de conflicto. Es la mayor guerra en Europa en casi ocho décadas. Así que me imagino que escuchará cosas similares de los líderes con los que habla a diario.

Sven Smit: Así es. La pandemia es un virus. Podemos combatirla con cubrebocas y vacunas. Pero en Ucrania, estamos luchando de humano a humano, y eso es muy diferente.

Vidas y medios de subsistencia, perdidos y trastornados

Lucia Rahilly: Esta guerra, obviamente, está causando una disrupción masiva en una serie de frentes. No podemos hablar hoy de todos ellos, pero vamos a tocar al menos algunos. El principal trastorno, como usted ha aludido, es el horrible y creciente saldo de vidas. ¿Qué hemos averiguado hasta ahora sobre la magnitud de esta tragedia humanitaria y sobre quiénes son los más afectados por este sufrimiento?

Sven Smit: Por el momento, unos cuantos millones de personas están saliendo de Ucrania como refugiados. Esa cifra podría aumentar mucho si las hostilidades se prolongan durante el resto del año. Algunos estiman que podría llegar a más de diez o quince millones. Pero hay diferentes segmentos: las vidas perdidas en la guerra directa, el desplazamiento de los refugiados y el desalojo dentro de Ucrania.

Las crisis energética y alimentaria también están mermando las vidas y los medios de subsistencia de las personas en todo el mundo. Entre algunas poblaciones menos favorecidas de Europa Occidental o Estados Unidos, la energía y los alimentos representan entre el 10 y el 30 por ciento de su gasto. El precio se duplica, se triplica; de repente, estas personas no pueden hacer otra cosa que pagar su comida y energía. Así que se ve que algunas personas ya están ajustando su comportamiento, comiendo menos. Y otras simplemente no pueden pagar.

Y eso se multiplica en un país de bajos ingresos, que quizás tenía una población con aspiraciones, lista para subir el siguiente peldaño. Ahora estas personas se ven perjudicadas por el aumento del precio de los alimentos y la energía, e incluso la disminución del acceso a los alimentos y la energía. Y es fácil imaginar que se perderán y alterarán más vidas y medios de subsistencia fuera del conflicto inmediato. No debemos pasar por alto esto. En la pandemia, hubo una historia poco contada: los países más ricos realmente no estaban prestando suficiente atención al dolor de esta disrupción económica en los países de menores ingresos.

Aumento de los precios, aumento del riesgo

Lucia Rahilly: Los precios de los alimentos aumentaron incluso antes de la guerra, debido a los problemas de la cadena de suministro y al aumento de los precios de la energía durante la pandemia. En Estados Unidos, vimos que los precios de los comestibles se dispararon a la tasa más alta en unos 40 años. ¿Considera que el aumento de la inseguridad alimentaria en Europa —y potencialmente también un aumento del hambre en el mundo— es un gran riesgo como resultado de esta guerra?

Sven Smit: Todavía no hemos visto que los envíos de petróleo, gas y alimentos se detengan a gran escala. No se ha interrumpido una cosecha importante en el territorio del norte, lo que podría ocurrir si esto se prolonga durante el verano. Tampoco hemos visto todavía alguna forma de sanción o contrasanción u hostilidad diciendo: "No enviemos el petróleo". Pero si eso cambia, ya sea por disrupción física o por intención, podríamos ver problemas de acceso.

En este momento, los precios están subiendo en previsión de una posible escasez. Y lo que ocurrirá es que los países de altos ingresos comprarán, podrán pagar. Y los países de ingresos más bajos tendrán problemas de acceso o, como mínimo, problemas de asequibilidad aún mayores.

Lucia Rahilly: En algunos países de bajos ingresos, también hay una historia de escasez de alimentos y de aumento de los costos de los alimentos que contribuyen a la agitación social y a levantamientos.

Sven Smit: Este riesgo no solo se da en los países de bajos ingresos. El movimiento de los chalecos amarillos reaccionó ante el aumento del precio del diésel. Solo un pequeño aumento en este energético —que se necesita comprar para la calefacción, para conducir al trabajo, para obtener ingresos— es muy disruptivo. Significa que se tienen que dejar de comprar otras cosas. Y ahí es donde viene el dolor. Por supuesto, para algunos eso significa no ir de vacaciones, lo cual no es lo peor de la vida. Pero para otros significa recortar lo esencial porque su gasto se ve desplazado por estas enormes alzas de precios.

Todos estamos experimentando lo sensible que es una duplicación del precio del petróleo o del precio de los alimentos para los patrones de gasto de los sectores de menores ingresos de la población. Es muy fácil para las personas con mayores ingresos decir: "Ya sabes, esto es parte de la lucha", pero realmente aprieta a otros segmentos de la población.

Los precios están subiendo en previsión de una posible escasez. Y lo que ocurrirá es que los países de altos ingresos comprarán, podrán pagar. Y los países de ingresos más bajos tendrán problemas de acceso.

¿Y el cero neto?

Lucia Rahilly: La energía es, obviamente, una enorme disrupción, dado el papel del petróleo y el gas rusos no solo en Europa, sino en todo el mundo. Hace un par de días vi una cita de la Agencia Internacional de Energía en la que se advertía que podríamos estar encaminándonos hacia lo que llamaban la mayor crisis de suministro en décadas. Sven, usted ha estado muy involucrado en nuestros estudios de energía, incluyendo nuestro reciente informe sobre la transición hacia cero neto. ¿Tiene algo más que decir sobre el acceso a la energía, al menos a corto y mediano plazos?

Sven Smit: El primer punto es que la energía sigue fluyendo. Pero podría dejar de fluir. Así que tenemos que hacer cosas mucho más radicales.

Actualmente, la política energética de los países principales está girando: "Generemos más energía eólica. Generemos más energía solar. Generemos más energía nuclear". Es casi como decir: "Probemos todo y averigüemos qué nos protege más rápido". Lo que eso implique para la transición a cero neto, lo que eso implique para la ecuación de cero neto, creo que solo lo aprenderemos con el tiempo. Porque la realidad es que algunos países podrían empezar a reutilizar las plantas de carbón como la forma más rápida de ser menos dependientes. Y otros podrían finalizar los parques eólicos que ya existen.

Por ahora, la gente va a apostarle a todas las opciones. Y luego, en algún momento, nos reubicaremos en un nuevo equilibrio, que podría ir en cualquier dirección. En lo que respecta a las cadenas de suministro físico de energía que están ahora en juego, el petróleo viaja un poco más en barcos y, por lo tanto, puede reasignarse de forma flexible, mientras que el gas necesita ser licuado y luego regasificado. Y la capacidad de licuefacción (SIC) y de regasificación es realmente corta. En consecuencia, si se produjera una escasez de gas, la reasignación podría llevar mucho tiempo, mucho más del que quisiéramos.

Las cadenas de suministro vuelven a estar bajo presión

Lucia Rahilly: La resiliencia de las cadenas de suministro ya había pasado a primer plano como prioridad urgente durante los confinamientos de la COVID-19. Y, obviamente, la COVID-19 sigue siendo un problema dinámico, como estamos viendo ahora mismo en China y en algunas partes de Europa. ¿Cuánto podría empeorar esto?

Sven Smit: En primer lugar, tenemos que replantear un poco lo que sucedió el año pasado. La narrativa era que teníamos una cadena de suministro rota, pero la realidad era que teníamos una cadena de suministro increíblemente fuerte. Tuvimos niveles de demanda sin precedentes para las compras de bienes de consumo en la segunda mitad de 2021. Y la cadena de suministro realmente cumplió. Los estantes estaban vacíos porque todo el mundo compraba mucho. Una cadena de suministro nerviosa no podría haber satisfecho este nivel de demanda excepcionalmente alto.

¿Y por qué había esa demanda? La gente no estaba comprando servicios. Todavía no se iban de vacaciones, no iban a restaurantes, lo que provocó un enorme desplazamiento de la demanda hacia los bienes. Ahora, al menos en Occidente, se puede ver una rotación de vuelta a los viajes y a los restaurantes y otras actividades que pueden aliviar un poco la demanda de productos y también aliviar cierta presión sobre la cadena de suministro.

Pero, por supuesto, si los materiales básicos de Rusia y Ucrania —alimentos, metales, fertilizantes— no se envían, eso será un problema. Y algunas industrias tienen importantes fábricas o importantes talentos informáticos en Ucrania. Si no pueden acceder a ellos, sus cadenas de suministro podrían verse obstaculizadas de nuevo.

Todas las empresas con las que trabajo se preguntan ahora: "¿Qué producíamos realmente en Ucrania? ¿De dónde sacamos el níquel? ¿De dónde sacamos el cobalto?". Y luego tratan de averiguar qué hacer al respecto.

Las implicaciones económicas en la eurozona y más allá

Lucia Rahilly: Reconociendo que el contexto es increíblemente dinámico, pasemos ahora a analizar algunas de las formas en que esta guerra podría desarrollarse en la eurozona específicamente, que es una macroeconomía muy considerable y que también está muy expuesta. Si las hostilidades se resolvieran diplomáticamente en las próximas semanas y asumiéramos una respuesta política modesta, ¿cuáles podrían ser las implicaciones económicas de esta guerra?

Sven Smit: Podríamos esperar que esto ocurriera. Si lo hiciera, por ejemplo, al menos sería improbable que se detuviera el suministro de energía y de ciertos materiales críticos, lo que ayudaría. Y si una resolución se produjera rápidamente, la situación de los refugiados podría no ser tan grave y sería un poco más rápido reconstruir parte de Ucrania. En ese caso, tal vez el primer o segundo trimestre de este año podría parecer tambaleante y luego podríamos emerger de nuevo hacia alguna suerte de trayectoria normal. Pero, por supuesto, la situación podría empeorar si las hostilidades se prolongan más, si las sanciones se mantienen durante más tiempo en niveles mucho más altos, etcétera. Entonces podríamos estar en problemas fácilmente por dos o tres años.

En este momento, no esperamos que la caída sea mayor que la de la pandemia. La forma más sencilla de pensar en esto es que la COVID-19 creó un enorme choque de demanda. Eso ocurrió en todos los países porque hubo confinamientos en todas partes. Básicamente, debido a este choque de demanda, la demanda agregada cayó.

La energía y los alimentos y la cadena de suministro son muy importantes. Pero incluso si se duplicara el precio de la energía no supondría una caída del 10 por ciento del PIB. Así es como se traduce esto. No estoy diciendo que no haya un escenario imaginable en el que las hostilidades se expandan y se produzca un cierre del suministro energético, en cuyo caso podría ser mucho peor. Pero ese no es el escenario del que estamos hablando ahora.

Lucia Rahilly: Háblenos un poco más sobre lo que podría ocurrir si la guerra se prolonga.

Sven Smit: En ese caso, estaríamos unos años con porcentajes de crecimiento reducidos, y la pregunta sería: "¿Cómo nos restauramos juntos?". Una vez que se recupere una forma de normalidad, volveremos al crecimiento anterior. Eso dependerá un poco de la combinación energética. En un caso severo, será importante algún estímulo para ayudar a los más débiles a salir adelante.

Una vez que se recupere una forma de normalidad, volveremos al crecimiento anterior. Eso dependerá un poco de la combinación energética. En un caso severo, será importante algún estímulo para ayudar a los más débiles a salir adelante.

Lucia Rahilly: Muchos economistas esperaban que 2022 fuera el año en que la economía mundial se recuperaría tras el choque de la COVID-19. A principios de año oímos mucho optimismo sobre una vuelta a las trayectorias de crecimiento prepandémicas. Todo eso cambió rápidamente tras la invasión de Ucrania, y las perspectivas económicas empezaron a volverse mucho más precarias. ¿Qué pueden esperar los líderes a nivel mundial, más allá de la eurozona?

Sven Smit: La eurozona está mucho más afectada directamente. Es la que más depende de la energía rusa y de algunas otras cadenas de suministro. Esperamos que a Estados Unidos le vaya mejor y a China probablemente incluso mejor, aunque China todavía está lidiando con otra ola de la COVID-19, lo que podría ser un factor. Pero si nos fijamos en la guerra de Ucrania, Europa es la que más lo va a resentir, luego Estados Unidos y después China.

Liderar con las lecciones de la COVID-19

Lucia Rahilly: Reconociendo la variedad de líderes y organizaciones con las que usted trabaja, ¿hay algo que cree que los líderes pueden hacer ahora mismo para navegar por la incertidumbre actual?

Sven Smit: Hasta ahora he hablado con unos 100 líderes. Básicamente, están volviendo al libro de tácticas de la lucha contra la COVID-19, creando algún tipo de equipo de crisis. Y todos ellos están, en primer lugar, cuidando a su gente, lo que también hicieron durante la pandemia. Pero en esta situación, se preguntan: "¿Dónde está mi gente? ¿Dónde están en Rusia? ¿Qué podemos hacer? ¿Dónde están en Ucrania? ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Quién más se ha visto afectado indirectamente?". Y luego, en sus equipos de crisis, están analizando, "¿Podemos continuar nuestras operaciones dada nuestra dependencia de los suministros ucranianos y rusos?"

El siguiente nivel es: "Bien, ¿cómo me va a afectar esta disrupción energética? Estos precios significan que mis productos serán más caros. ¿Qué debo hacer? ¿Significa esto que la gente tendrá que gastar más en energía y, por lo tanto, que probablemente gastará menos en mis productos?".

Los líderes están traduciendo la información que llega para modelar la disrupción del suministro para sus empresas. Y también se preguntan qué pasará con la demanda. A medida que empiezan a ajustar sus estrategias, creo que también es probable que empiecen a planear los escenarios. Se preguntan: "¿Qué tipo de tormenta nos espera y en qué rango?".

Lucia Rahilly: Sven, le he oído decir que la crisis de la COVID-19 en realidad ayudó a revitalizar el contrato social al reforzar masivamente la red de seguridad social en lugares como Europa y Estados Unidos, al menos temporalmente. ¿Cómo cree que evolucionará el contrato social ante la guerra de Ucrania?

Sven Smit: Durante la COVID-19, el nivel de apoyo a los afectados por la pandemia ha sido enorme. Por supuesto, siempre se puede debatir sobre puntos concretos como, por ejemplo, "¿llegó exactamente al lugar adecuado?". Pero sí ayudamos a los propietarios de restaurantes, a los trabajadores de las fábricas, a la gente que no podía trabajar en casas ajenas.

De una manera u otra, una cantidad significativa de dinero aterrizó en muchos lugares. Esta fue la mayor acción de apoyo en mucho, mucho tiempo. Ahora hemos aumentado la relación entre la deuda y el PIB, pero, en retrospectiva, la gente pensó que esto valió la pena. La alternativa habría sido mucho peor: desempleo masivo, sin apoyos. Así que creo que aprendimos una lección aquí.

E incluso a principios de este año, cuando estábamos cortando el suministro de petróleo y gas por otras razones, los precios subieron. Italia y España hablan de miles de millones en apoyos a la energía —o desacoplaron los impuestos al valor agregado (IVA) de la energía para compensar ligeramente el golpe que sufrió el precio de la energía—, esperando que no se mantuviera tanto tiempo.

También creo que debemos tener cuidado de no tomar a la ligera cómo estos aumentos de precios pueden afectar a la gente. Algunos dicen: "Esto es una crisis energética; de todos modos queríamos que la gente se cambiara a las alternativas. Y esto es exactamente lo correcto para ayudar a librar la batalla". Eso puede ser muy fácil de decir si se tiene el dinero. Pero con los antiguos precios, si la comida representaba el 30 por ciento de sus gastos, ahora representa el 90 por ciento. Y eso significa que no queda nada.

Ese es el dolor que siente la gente. Pero como el apretón se siente más directamente, ya estamos creando una situación parecida a la que tuvimos durante la pandemia. Y está claro que estamos tomando medidas porque reconocemos que este nivel de crisis energética y de inseguridad alimentaria no es una buena forma de vivir para la gente.

Lucia Rahilly: Esto ha sido muy útil, Sven. Muchas gracias por acompañarnos hoy.

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