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El siguiente capítulo de la globalización

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En este episodio de McKinsey Podcast, Simon London dialoga con Susan Lund, socia de McKinsey Global Institute, acerca de los cambios en la dinámica de las cadenas de valor globales que están transformando el significado de “globalización”. El comercio de servicios (en oposición al de bienes) continúa en alza, y los intercambios comerciales dentro de una misma región también se han intensificado. Detrás de todo esto subyace el impacto de la automatización en los empleos de baja calificación, que aumentará la necesidad de innovación en operaciones, manufactura y cadenas de abastecimiento.

 

Transcripción del podcast

Simon London: Hola y bienvenidos a este episodio de McKinsey Podcast con su anfitrión, Simon London. Hoy conversaremos acerca de globalización y comercio, un tema con amplia presencia en las noticias. Como veremos, sin embargo, hay en juego fuerzas mucho más grandes que las políticas comerciales de un gobierno. El flujo de bienes y servicios a través del mundo es determinado por las decisiones sobre abastecimiento de millones de compañías. Esas decisiones, a su vez, están sujetas a patrones de demanda, análisis de riesgo y los avances tecnológicos. Para discutir todos estos aspectos, conversé con Susan Lund, socia de McKinsey Global Institute con base en Washington, DC. Si desean obtener material de lectura adicional sobre el tema, pueden descargar el informe Globalización en transición: El futuro del comercio y las cadenas de valor, disponible en McKinsey.com. Susan, gracias por acompañarnos. Y bienvenida nuevamente al Podcast.

Susan Lund: Feliz de estar aquí.

Simon London: Hay una enorme retórica política y algo de acción concreta en lo referido a comercio, aranceles y proteccionismo. De modo que la primera pregunta es, ¿hemos llegado a la cima de la globalización? ¿La globalización está en retirada? ¿Qué dicen las cifras al respecto?

Susan Lund: Ciertamente, desde mediados de la década de 2000 la dinámica comenzó a cambiar. No lo notamos de inmediato debido a la crisis financiera de 2008 y la Gran Recesión. Los flujos comerciales se desplomaron en 2008 y 2009. Muchos de nosotros pensamos que cuando EEUU y Europa se recuperaran, todo volvería a la normalidad, pero ya han transcurrido 10 años y si lo analizamos en perspectiva nos encontramos hoy en un capítulo distinto de la globalización.

La intensidad del intercambio de productos manufacturados está en descenso. Esto significa que una mayor porción de los bienes producidos se venden en el mismo país en lugar de ser exportados. Pero al mismo tiempo, el comercio de servicios continúa creciendo a gran ritmo. Ello implica que, cada vez en mayor medida, la globalización involucrará el comercio de servicios de diferentes tipos, como TI y telecomunicaciones, transporte, servicios empresariales y otros similares.

La imagen que muchos tenemos de la globalización es la de empresas buscando externalizar su producción en países con salarios relativos muy bajos. Y, en efecto, eso fue lo que definió buena parte de lo que observamos en las décadas de 1990 y principios de los 2000.

Pero el paradigma ha cambiado, y la proporción de los bienes producidos a nivel mundial que se exporta es cada vez menor, con una tendencia sostenida en esta dirección. Los salarios bajos ya no constituyen el principal motor de los flujos comerciales internacionales. Pero la otra cara de la moneda es: si los salarios ya no son tan importantes, ¿qué es lo que buscan las compañías? Y es aquí donde notamos que factores como investigación y desarrollo (I&D), innovación e inversiones en bienes intangibles resultan cada vez más relevantes en prácticamente todas las industrias. Y para contar con esos elementos, es necesario considerar la producción en lugares que cuenten con mano de obra calificada, como ingenieros, y un ecosistema propicio para los nuevos emprendimientos.

El gran cambio final es que solemos hablar de globalización, pero en los últimos cinco años lo que se observa con mayor frecuencia es la “regionalización”. El comercio dentro de regiones como la UE o Asia-Pacífico está creciendo mucho más rápidamente que las transacciones globales entre puntos más distantes.

Simon London: OK Susan, volviendo sobre el punto que acabas de mencionar acerca de la intensidad comercial, si el porcentaje de la producción que se exporta está cayendo, uno podría suponer que la globalización, de cierta forma, estaría retrocediendo. ¿Es malo que la intensidad comercial disminuya?

Susan Lund: No, no creo que sea malo en absoluto. En realidad está reflejando los cambios relativos a la localización de los consumidores mundiales. China y otros países en desarrollo han desarrollado una clase consumidora que crece sostenidamente, con un aumento del consumo de todo tipo de bienes. Esto explica por qué se exportan menos productos: una mayor parte de lo que se produce en China se vende en China.

Para 2030, estimamos que los consumidores de mercados emergentes constituirán más de la mitad de la demanda global, lo que implica que una gran cantidad de compañías extranjeras y locales que están produciendo en esos países ahora venderán su producción allí mismo. En realidad se trata de una señal de desarrollo y fortalecimiento económicos.

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Simon London: Hablemos un poco más sobre el comercio de servicios. Como has dicho, las estadísticas oficiales muestran que el comercio internacional de servicios está creciendo aceleradamente. También he observado en investigaciones que este tipo de intercambio resulta muy difícil de medir, y que por lo tanto las estadísticas podrían estar subestimando el volumen real de actividad. ¿Qué puedes decirnos acerca de esto?

Susan Lund: El comercio de servicios ha sido históricamente la “hermanastra pobre” de los bienes manufacturados; las negociaciones comerciales por lo general se enfocan en cosas como automóviles o producción agrícola. Y los servicios son efectivamente más complejos de medir. Pero son cada vez más comercializados internacionalmente, y en países más avanzados como EE.UU. generan un fuerte superávit comercial. Pueden consistir en exportaciones de servicios empresariales, de transporte, turismo o educación. En el futuro, podría ocurrir lo mismo con los servicios de salud a distancia.

Son muy importantes, no solo para los países sino también para las compañías. Una de las cosas que observamos es que si tomamos un producto manufacturado exportable, como un automóvil, el 30 por ciento del valor de ese automóvil corresponde a los servicios que tiene incorporados, por ejemplo, I&D y diseño. También podría incluir servicios jurídicos y contables, e ingeniería, así como distribución y logística y también marketing y ventas.

De modo que si bien se habla mucho sobre el comercio de bienes, su componente de servicios es increíblemente importante. Y cada vez se vuelve más relevante. Si sumáramos todos los servicios incorporados a los bienes manufacturados (es decir, si consideráramos todos los activos intangibles que las compañías globales mueven por el mundo, además de los servicios digitales gratuitos, como streaming de audio y video, búsquedas en Internet o correo electrónico), podría resultar que el valor de los servicios intercambiados fuera aún mayor que el valor de los bienes respectivos. Para ciertos países, entre ellos Estados Unidos, la balanza comercial se vería muy diferente si se computaran adecuadamente todas las exportaciones de servicios.

Simon London: Otra tendencia que mencionaste es la disminución de la importancia, incluso dentro de los bienes, de aquellos con bajo valor agregado, así como la menor incidencia del modelo de arbitraje laboral, en el que el flujo de exportaciones se dirige de países con salarios bajos hacia otros con costos más altos. Cuéntanos un poco más acerca de cómo y por qué ocurrió esa declinación.

Susan Lund: Lo que descubrimos es que en la actualidad, apenas el 18 por ciento de las exportaciones globales son de países de costos bajos hacia economías avanzadas. Con países de “bajos salarios” nos referimos a naciones cuyo ingreso per cápita equivale a una quinta parte o menos del nivel del país importador. Se trata de una proporción sorprendentemente baja si tenemos en cuenta la imagen tradicional de la globalización como la externalización del trabajo hacia países con bajos salarios. Esto significa que en muchas, pero muchas industrias, existen otros factores que inciden sobre el comercio global.

Incluso si analizamos los tipos de manufacturas que tradicionalmente han empleado gran cantidad de mano de obra – como indumentaria, industria textil, juguetes o calzado –, el valor del intercambio entre países con costos bajos y altos también está disminuyendo en esos sectores. En tejidos e indumentaria, el 55 por ciento del comercio global consistía hace 10 años en exportaciones de un país con bajos costos salariales hacia otro con costos altos. Hoy día ese porcentaje cayó al 43 por ciento.

La causa es la automatización. En todos los tipos de manufacturas, cada vez más producción es realizada por máquinas. Cuando se automatiza la producción, los costos laborales por lo general dejan de ser lo más importante. En lugar de eso, las empresas comienzan a fijarse en otros componentes. En primer lugar, ¿dónde podemos conseguir mano de obra calificada? ¿Dónde hallar los ingenieros y técnicos que necesitamos para operar las máquinas y encargarse de su mantenimiento? También se presta más atención al precio de la energía y la electricidad, o a la calidad de la infraestructura y la logística.

Muchas empresas también priorizan la velocidad de salida al mercado. Esto es muy común en la industria de la moda: apenas Kate Middleton o Kim Kardashian, por mencionar un par de ejemplos, utilizan una prenda determinada, ese artículo desaparece de las tiendas casi de inmediato. Los productores son ahora rehenes de las fluctuaciones de las tendencias en las redes sociales. Esto sucede no solo con la moda, sino con todo tipo de productos para consumo. Los gustos y las demandas de los consumidores cambian a mayor velocidad, y los ciclos de producto son cada vez más cortos. Todas las razones mencionadas favorecen la localización de la producción cerca de los mercados de consumo, como EEUU y Europa, y no del otro lado del mundo, donde los bienes podrían tardar 30 días desde ser despachados hasta llegar a los mercados.

Simon London: Acabas de mencionar la automatización y un poco antes la telemedicina. ¿Hay un cambio en el rol de la tecnología? Sabemos que la tecnología ayudó a reducir enormemente los costos de las transacciones, en especial los de coordinación de operaciones internacionales, facilitando de muchas maneras el comercio global. ¿Sucede algo parecido con la telemedicina, la automatización o la robótica, en el sentido de que quizás haya una nueva ola de avances tecnológicos que tenga un efecto distinto y pueda estimular la internalización de la producción anteriormente delegada en centros offshore o nearshore?

Susan Lund: Lo que notamos es que la tecnología está generando dos fuerzas opuestas. Por un lado, tenemos las tecnologías que harán que el comercio sea más eficiente, rápido y barato, Y contribuirán a estimular el comercio internacional. Se trata de tecnologías como blockchain, para rastrear el origen de los artículos o automatizar el pago de créditos comerciales con contratos de seguro, la Internet de las Cosas, con la que es posible seguir un envío por todo el mundo con precisión, el procesamiento automatizado de documentos en aduana, o el uso de vehículos autónomos en puertos, que optimizan la cantidad de tiempo necesaria para cargar o descargar un buque.

Todas estas cosas continuarán facilitando el intercambio de más y más productos, acelerando y abaratando las operaciones. Pero luego, por otra parte, estas tecnologías de las que hemos estado hablando, como la automatización, la impresión 3D o la inteligencia artificial, comenzarán a favorecer la producción de bienes en diferentes partes del mundo. Y eso podría reducir los flujos globales de intercambio.

Simon London: Voy a hacer un comentario muy simplista en este punto. Quienes no somos expertos en el tema tendemos a fijar nuestra atención en las cuestiones políticas, la retórica o los aranceles. Y como dices, todo eso es real y puede crear costos adicionales o, a la inversa, reducir el costo del comercio internacional. Pero en la práctica, nuestra imagen de la globalización es una función de una serie de grandes fuerzas exógenas con décadas de antigüedad, como el rol de la tecnología, el desarrollo económico o los patrones de demanda globales. Una variedad de factores influyen en esto, y son mucho más relevantes que lo que puedan hacer los políticos de cualquier país. Probablemente esta sea una observación muy ingenua. ¿Qué opinas al respecto?

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Susan Lund: Estoy completamente de acuerdo con esa perspectiva, y no creo que sea ingenua en absoluto. Creo que es eso exactamente lo que nuestro informe destaca, es decir, que las cifras de intercambio comercial de las que hablamos son en realidad el resultado de las decisiones de millones de empresas acerca de dónde comprar insumos, dónde producir y dónde vender sus productos a los consumidores. Entonces todo cobra sentido. Irónicamente, es por esto que a finales de 2018 EE.UU. tuvo su mayor déficit comercial de la historia.

Uno puede sorprenderse y preguntarse por qué. La respuesta es que se impusieron aranceles a una enorme cantidad de insumos importados para los cuales las empresas no pudieron hallar rápidamente una alternativa. Eso hizo que el valor de las importaciones subiera. Simultáneamente, muchos países tomaron represalias contra los productos agrícolas estadounidenses, como la soja. Es relativamente simple y rápido cambiar de proveedor en el caso de la soja, por ejemplo de EEUU a Brasil. Pero a la inversa, no es fácil reemplazar una autoparte específica adquirida en el exterior. Esta situación llevó a que los Estados Unidos tuvieran el mayor déficit comercial de su historia.

Simon London: Otra tendencia que mencionaste al inicio y que no hemos retomado: hablemos un poco sobre la regionalización, es decir, el surgimiento de flujos comerciales dentro de una misma región geográfica. ¿A qué se debe esta tendencia? ¿Cuáles son sus implicancias?

Susan Lund: Si analizas exclusivamente los datos, la regionalización se debe en gran parte a la integración entre los 28 países de la UE y entre las naciones de la región de Asia-Pacífico. Pero la razón más fundamental es que las compañías están poniendo más atención en cosas como la velocidad de salida al mercado. Y también hay un fuerte foco en integrarse con sus proveedores.

En la década de los ‘90 y principios de los 2000, las relaciones con los proveedores situados del otro lado del mundo eran entre partes independientes. Ahora existe una variedad de razones por las que las empresas buscan maneras de colaborar con sus proveedores o de establecer plataformas digitales integradas para mejorar la eficiencia entre el proveedor y el usuario del insumo. Para lograrlo, es necesario entablar una relación con los proveedores, aprender más de ellos y decidirse a invertir juntos. Las empresas están colaborando en aspectos como diseño de productos y procesos de fabricación. Todo ello hace más conveniente tener proveedores cerca y no con una diferencia de 12 horas, del otro lado del planeta.

Simon London: Otra cosa fascinante de todo lo que nos cuentas es que describes un patrón que difiere en múltiples niveles de lo que conocíamos como globalización. Para muchas personas, entre las que me incluyo, ese era el modelo mental que teníamos de la globalización. No incluía comercio regional ni servicios. Se trataba de barcos llenos de artículos de valor agregado relativamente bajo navegando de un punto a otro a través del mundo. Si yo fuera un ejecutivo y dirigiera o formara parte del directorio de una gran compañía, ¿qué debería hacer para garantizarme un lugar en la nueva era y no librar una batalla por un modelo agotado?

Susan Lund: Empresas de todo el mundo están reformulando sus estrategias globales. En septiembre pasado llevamos a cabo una encuesta con más de 1.000 ejecutivos, y confirmamos que tres cuartas partes de ellos están reconsiderando su estrategia de globalización. De manera que se trata de un tema muy importante en la agenda de las compañías, en parte debido a los aranceles, pero también y fundamentalmente con motivo de los cambios en los costos relativos y las posibilidades que abren las nuevas tecnologías.

De esos ejecutivos, casi la mitad aseguraron ya estar cambiando su footprint global, aumentando las inversiones en algunos países y reduciéndolas en otros. Cerca de una cuarta parte dice que está invirtiendo más en cadenas de abastecimiento locales que en fuentes de insumos externas, de manera de no tener que preocuparse en absoluto por los aumentos de los aranceles u otras barreras comerciales. Esto representa un enorme cambio con relación a lo que vimos en el capítulo anterior de la globalización.

Las compañías líderes ya están a la vanguardia de estos cambios. Y, efectivamente, lo que notamos es que algunas ya están obteniendo beneficios. Conversamos acerca de la necesidad de colaborar con los proveedores. El análisis de la encuesta realizado por la Práctica de Operaciones de McKinsey reveló que las empresas manufactureras que colaboran intensamente con sus proveedores en temas de producción y diseño están mejorando su rentabilidad mucho más rápidamente que las compañías que establecen una colaboración mínima con sus proveedores. Las organizaciones que no colaboraron con sus proveedores en los últimos cinco años han experimentado una caída en su rentabilidad.

Un ejemplo público que recibió amplio tratamiento en la prensa es el de Columbia Sportswear, que diseñará sus productos de modo de minimizar el impacto arancelario. Por ejemplo, si tienes unos leggings y les agregas un bolsillo, tendrás unos pantalones, que tienen un arancel diferente. Se trata de un ejemplo muy simplificado, pero la idea de diseñar productos teniendo en mente los aranceles aduaneros y modificar su diseño, los tejidos y con ello la manera de clasificarlo es realmente fascinante.

Simon London: Pasemos a una perspectiva política. Una vez más, si pensamos en el desarrollo económico, en especial en las economías emergentes pero también en las desarrolladas, ¿cómo podemos asegurarnos de estar mirando hacia adelante y no al capítulo anterior de la globalización al diseñar políticas, decidir dónde apostar y tratar de posicionar al país en este nuevo mundo?

Susan Lund: Es claro que las tendencias que he descripto favorecerán a las economías avanzadas, porque son las que cuentan con mano de obra calificada, buena infraestructura logística, grandes talentos e ingenieros y protecciones adecuadas para la propiedad intelectual. Estas tendencias favorecen claramente a EEUU, los países de Europa y pocos más, como Corea del Sur o Japón.

Estas naciones están posicionadas para beneficiarse no solo con el comercio de servicios, sino también con una posible aceleración del crecimiento de las manufacturas. Esto no reemplazará necesariamente los millones de puestos en el sector de manufacturas perdidos en EEUU desde comienzos de siglo ya que, como mencionamos antes, buena parte de esta producción ha sido automatizada. Pero los nuevos puestos creados son muy calificados y bien remunerados. Resulta desafortunado y hasta irónico que en muchas economías avanzadas, las políticas parecen enfocadas en las pérdidas de hace 20 años y en la globalización, la desaparición de empleos y la reestructuración de las redes de producción en lugar de mirar hacia adelante para capturar las nuevas oportunidades.

Para los países en desarrollo, las perspectivas son mucho menos claras. No creemos que la oportunidad de dedicarse a las manufacturas con mano de obra intensiva ya esté agotada, pero la ventana de oportunidad se está cerrando. Países como Vietnam y Bangladesh continúan expandiendo sus exportaciones a gran velocidad y desarrollando las industrias exportadoras. Pero con el tiempo, esto se va a tornar más difícil para otros países que aún no se han incorporado a las cadenas de valor globales, por ejemplo, muchos de los países de África. La pregunta es, entonces, ¿cuál será el próximo paso en el desarrollo para dejar atrás la agricultura? Lo habitual era producir manufacturas de bajo valor agregado, para luego pasar a productos y servicios más complejos y con más valor.

Una buena pregunta es si los servicios pueden ser una opción para dar ese paso. Costa Rica, Filipinas e India son tres naciones que han logrado construir fuertes sectores exportadores de servicios, como call centers o mesas de ayuda de TI. Pero gran parte de ese trabajo básico es automatizable usando algoritmos e inteligencia artificial. Para que estos países mantengan sus exportaciones de servicios será necesario que incorporen servicios más complejos como ventas o resolución de problemas de TI, en lugar de limitarse a proveer información muy básica.

Globalización en transición: El futuro del comercio y las cadenas de valor

Simon London: Hacemos una distinción entre servicios con mano de obra intensiva y servicios que requieren conocimientos intensivos. No todos los servicios son creados de la misma manera. Se trata de un terreno muy grande y complejo.

Susan Lund: Sin dudas. Creemos que el sector de servicios del conocimiento gozará de mayores oportunidades de exportación en el futuro. Pero a la inversa, los servicios que requieren mano de obra intensiva, como el trabajo en call centers, y que simplemente consisten en informar el saldo de una cuenta, por ejemplo, pasarán a ser realizados por máquinas.

La tecnología también podría crear oportunidades completamente nuevas para los países de bajos ingresos. Un ejemplo de ello es el surgimiento de servicio de pagos y banca móviles. Uno de los primeros de este tipo fue M-Pesa en Kenia. Ahora son muy comunes en China. Los países con redes de pago sub-desarrolladas y que nunca contaron con una mayoría de la población bancarizada, están saltando esa etapa para pasar directamente a cuentas bancarias móviles operables directamente desde teléfonos. Este tipo de oportunidades son lo que llamamos un “salto tecnológico”.

Probablemente surjan otras oportunidades parecidas y que permitan a los países en desarrollo beneficiarse con nuevas tecnologías y saltear fases completas de desarrollo, a diferencia del camino seguido por EEUU o Europa, donde todos tuvimos cuentas bancarias tradicionales, libretas de cheques y transportamos efectivo. Los habitantes de países en vías de desarrollo pasarán sin escalas a pagar con sus teléfonos.

Simon London: ¿Crees que la regionalización pude ofrecer nuevas oportunidades para convertirse en un hub regional de servicios de procesamiento o manufactura?

Susan Lund: Hay una amplia variedad de bienes que no son objeto de intercambio masivo, por ejemplo commodities como el acero o el aluminio, o alimentos y bebidas perecederos. Hay muchas oportunidades para expandir el comercio regional, especialmente en el África sub-Sahariana, Oriente Medio y el Norte de África, y Latinoamérica. Las cifras de comercio regional de esas zonas del planeta son muy bajas – alrededor del 20 por ciento del total – en comparación con dos tercios entre los 28 países de la UE, por caso. Hay una interesante oportunidad para crear bloques de intercambio regionales en África, Latinoamérica y Medio Oriente. Eso me da algunas esperanzas, y ya está empezando a suceder en África con la Comunidad Africana Central (EAC), por ejemplo, que tiene su propia unión aduanera.

Las perspectivas para los países individuales son muy diferentes. No es posible usar definiciones generales o globales, particularmente en los mercados en desarrollo. Por cierto habrá oportunidades, pero serán necesarias políticas específicas que tengan en cuenta los datos y la situación particular y evalúen dónde están las oportunidades para cada país de cara al futuro.

Simon London: Bueno, creo que es todo por hoy. Susan, como siempre, muchas gracias por tu tiempo.

Susan Lund: Gracias a ti. Ha sido un placer.

Simon London: ¡Y gracias como es habitual a todos nuestros oyentes! Si desean conocer más sobre nuestro trabajo sobre comercio internacional, globalización y sobre McKinsey Global Institute, por favor visiten McKinsey.com.

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