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Como destacamos en un nuevo informe, la transición hacia las emisiones cero neto implicaría una transformación económica que afectaría a todos los países y a todos los sectores de la economía, de forma directa o indirecta. Esta transformación conlleva tanto oportunidades como riesgos. A continuación, presentamos ocho gráficas extraídas de artículos e informes recientes de McKinsey que muestran cómo podría ser la transición hacia las emisiones cero neto, así como algunos de los desafíos a los que podrían enfrentarse los líderes y la población mundial.
Abordar el cambio climático requiere grandes compromisos —y recursos— por parte de los países y las empresas. El gasto anual en activos de bajas emisiones y en la infraestructura que los hace posibles tiene un precio de unos $3.5 billones de dólares por encima de lo que se asigna actualmente, según el análisis de McKinsey del escenario Net Zero 2050 de la Red para Enverdecer el Sistema Financiero [Network for Greening the Financial System o NGFS].
La demanda de productos y servicios verdes está creciendo con fuerza en categorías como la energía y los materiales, los vehículos, los alimentos y los envases. A medida que avanza la transición a cero neto, los mercados de ofertas de cero emisiones deberían expandirse aún más, mientras que los mercados de ofertas de emisiones intensivas se reducen. Estimamos que la creciente demanda de ofertas de emisiones cero neto podría crear oportunidades sin precedentes: 11 grupos de valor podrían generar hasta más de $12 billones de dólares de ventas anuales para 2030.
El sector energético global está avanzando en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero mediante el cambio de la generación de energía con combustibles fósiles a fuentes de energía renovable, como la eólica y la solar. Este cambio conlleva sus propios retos, como la presión sobre la infraestructura de distribución existente. Una solución es utilizar tecnologías de almacenamiento de energía de larga duración [long-duration energy storage o LDES], que pueden almacenar energía durante períodos prolongados y proporcionar la flexibilidad necesaria para gestionar las fluctuaciones de la oferta y la demanda. Un análisis de McKinsey descubrió que el almacenamiento de energía de larga duración podría desplegar hasta 2.5 teravatios de capacidad energética para 2040: un aumento de 15 veces la capacidad actual de almacenamiento de energía.
Aunque el ritmo de adopción de vehículos eléctricos (VE) ha variado en todo el mundo, dependiendo de la presión normativa regional y del interés de los consumidores, la transformación está en marcha. China, la Unión Europea y Estados Unidos, por ejemplo, podrían poner fin a las ventas de nuevos motores de combustión interna y pasar totalmente a los VE para 2035. Los análisis sugieren que los VE deben representar el 75 por ciento de todas las ventas de autos de pasajeros en la próxima década para ayudar a conseguir las emisiones cero neto.
Los productos con bajas emisiones de carbono, como el acero, el aluminio reciclado, el plástico reciclado y las baterías podrían dedicarse a abatir la escasez de suministros en Europa, ya que la demanda de materiales más ecológicos sigue creciendo. Si bien la escasez de la oferta debería reducirse a medida que aumenta la capacidad de producción, las empresas que aún no hayan asegurado el suministro de recursos de bajas emisiones podrían enfrentarse a un aumento de precios. Esas empresas tendrán que elegir entre pagar precios más altos para cumplir sus compromisos climáticos y satisfacer la demanda de los clientes, o arriesgarse a incumplir sus promesas.
Las carteras inmobiliarias podrían enfrentarse a riesgos durante la transición a cero neto. Los riesgos físicos podrían deberse a la exposición de los edificios a tormentas, inundaciones, incendios y calor extremo. Otros riesgos potenciales son los activos con una elevada huella de carbono. Los propietarios de inmuebles y los inversionistas pueden evaluar el impacto de estos riesgos en el valor patrimonial de sus activos, teniendo en cuenta las posibles ganancias (una oficina expuesta al crecimiento económico local dada la concentración de industrias de tecnología limpia, por ejemplo) o las pérdidas (un apartamento que se prevé que experimente un aumento de la frecuencia y la gravedad de las inundaciones).
La transición a cero neto podría dar lugar a una reasignación de la mano de obra en la economía. Según nuestro análisis del escenario NGFS Net Zero 2050, podrían ganarse unos 200 millones de empleos directos e indirectos, y perderse 185 millones. En este escenario, las ganancias de empleos estarían asociadas, en gran medida, a la transición hacia formas de producción de bajas emisiones (por ejemplo, hacia la energía renovable), mientras que las pérdidas afectarían especialmente a los trabajadores de los sectores intensivos en el uso de combustibles fósiles u otros sectores con emisiones intensivas.
Los efectos del cambio climático podrían afectar a la población mundial de forma desigual. En un escenario de calentamiento de 2.0°C, más de la mitad de la población mundial podría estar expuesta a por lo menos un riesgo climático, según el análisis de McKinsey. Estos riesgos incluyen el estrés por calor [heat stress], la sequía agrícola, las inundaciones y el estrés hídrico urbano. Solo en Estados Unidos, 160 millones de personas —casi el 40 por ciento de la población— podrían verse afectadas.
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