Diez lecciones de los dos primeros años de la COVID-19

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Hoy hace dos años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la COVID-19 era una pandemia. Desde entonces, se han perdido más de seis millones de vidas en todo el mundo a causa de la enfermedad, y la vida cotidiana se ha visto alterada drásticamente de innumerables maneras. Algunos países están recuperando cierto grado de normalidad, aunque sigue existiendo la amenaza de otra oleada de enfermedad inducida por variantes. En este segundo aniversario, reflexionamos sobre diez cosas que el mundo ha aprendido en el transcurso de la pandemia.

  1. Las enfermedades infecciosas son un problema de toda la sociedad. Una de cada 1,300 personas vivas en 2019 ha muerto a causa de la infección por el SARS-CoV-2, pero cuando recordemos la COVID-19 en el futuro, es posible que el impacto sanitario directo no sea lo primero que nos venga a la mente. Los efectos indirectos sobre la salud, como resultado del retraso de la atención rutinaria y preventiva, la sobrecarga de los sistemas sanitarios y el aumento de la carga de salud mental, podrán parecernos más importantes con el paso del tiempo. Los niños —especialmente los de familias de bajos ingresos— sufrieron un daño significativo durante el prolongado cierre de las escuelas. Y el daño económico y la disrupción causados por la pandemia han disminuido la calidad de vida de personas en todo el mundo.
  2. El paradigma de desarrollo de vacunas se ha transformado para las emergencias y, potencialmente, para más. Dos años después, es fácil olvidar lo extraordinario que fue el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19. Pasar, en solo 326 días, de una secuencia genómica a la autorización de una vacuna contra la COVID-19 por parte de una estricta autoridad regulatoria batió todos los récords anteriores. Además, la ciencia biomédica ha proporcionado múltiples vacunas con una gran eficacia contra la COVID-19 grave y un sólido perfil de seguridad general. Los estándares se han elevado, y ahora se discute seriamente lo que se necesita para reducir el tiempo desde la secuencia hasta la autorización a solo 100 días para la próxima amenaza emergente.
  3. Por el contrario, las deficiencias en la fabricación de vacunas y la distribución equitativa requerirán un cambio sistémico. A pesar de los éxitos de la I+D en materia de vacunas, han persistido las desigualdades en el acceso a sus frutos. La distribución es una cuestión importante. También lo es la manufactura. Aumentar significativamente la capacidad mundial de fabricación de vacunas para emergencias ayudaría a garantizar el acceso rápido a futuras vacunas para el mayor número de personas. La ubicación de la capacidad también es importante. Las regiones de bajos ingresos están planeando desarrollar su propia capacidad local para depender menos de los acuerdos globales y de las largas cadenas de suministro durante la próxima crisis de enfermedades infecciosas.
  4. La confianza es uno de los requisitos más delicados, pero fundamentales, para una respuesta eficaz a una pandemia. Antes de la pandemia, se podría haber asumido que las vacunas seguras que ofrecen altos niveles de protección contra una enfermedad frecuentemente mortal y que altera la sociedad tendrían una gran demanda. En algunos países ha sido así, pero, en otros, el escepticismo ante las vacunas ha limitado la demanda.1 En esta pandemia, como en tantas otras, el éxito de la salud pública ha dependido tanto de la confianza del público en el gobierno como de un contrato social compartido entre los ciudadanos. Los mismos principios se aplican a las empresas que deciden sus políticas para la vuelta al trabajo presencial. La confianza es difícil de crear durante una crisis. Crear confianza en áreas específicas —incluida la ciencia biomédica— puede ser especialmente importante.
  5. La agilidad y la rapidez serán la nueva base de la diferenciación. La pandemia ha desafiado sistemáticamente las expectativas; nuestra respuesta a ella ha evolucionado a lo largo de múltiples capítulos, a medida que se disponía de nueva información y herramientas. La evidencia emergente —sobre temas como los beneficios de usar cubrebocas, la posibilidad de volver a infectarse, el riesgo de nuevas variantes, la dificultad de lograr la inmunidad de rebaño y los beneficios de los refuerzos— ha requerido cambios de política y de comportamiento. Los países, las empresas y otras partes interesadas han tenido que equilibrar las ventajas de incorporar esas nuevas evidencias a sus planes de respuesta frente a la confusión y la frustración que pueden causar los cambios frecuentes. Nuestra investigación muestra que la agilidad y la solidez de las comunicaciones han permitido a algunas empresas responder a la crisis con mayor eficacia que otras.
  6. La política gubernamental importa, pero el comportamiento individual a veces importa más. Esta dinámica se ha manifestado de dos maneras, empezando por los confinamientos y los mandatos sobre el uso obligatorio de cubrebocas a principios de 2020. Esto fue en gran medida efectivo, pero su eficacia varió dependiendo de la seriedad con la que la gente se tomó las normas y de cómo las mezclaron. Ese mismo año, cuando varios fabricantes anunciaron vacunas en un lapso de varias semanas, se dispararon las esperanzas de que los países pudieran alcanzar rápidamente la inmunidad de rebaño. Ese sueño no pudo con la realidad de las dudas sobre las vacunas. En todo el mundo, una parte considerable de la población se negó a vacunarse. Esto puede haber contribuido a que el SARS-CoV-2 mutara y se propagara.
  7. La escuela es el verdadero punto de apoyo para el funcionamiento de la sociedad. Siempre lo hemos sabido de forma abstracta. Pero la pandemia lo puso de manifiesto. Aunque el cierre de las escuelas era claramente necesario, ha puesto "a una generación de niños en peligro”,2 ha destrozado la salud mental de muchas personas3 y ha trastornado los hogares de todo el mundo. El aprendizaje en línea demostró ser "un pobre sustituto" de las aulas; los niños aún no han recuperado el aprendizaje perdido. Los estudiantes de familias con menores ingresos están más atrasados que los demás. El estrés no solo ha sido increíblemente difícil para los niños y sus padres y profesores, sino que también se ha desbordado hacia el activismo político en muchos lugares, definiendo las elecciones en algunos.
  8. El trabajo nunca será lo mismo. El primer año de la pandemia demostró tres cosas: nuestra antigua definición de trabajadores esenciales era inadecuada; el número y el tipo de trabajadores que necesitamos ahora son profundamente diferentes; y la mayoría de los trabajadores del conocimiento pueden hacer el trabajo desde casa. En el segundo año de la pandemia, las personas de todo el espectro de ingresos interiorizaron esas lecciones. Millones renunciaron —especialmente mujeres—, y la gente que conservó sus empleos está cuestionando los viejos supuestos. Los empleados y los empleadores ven el mundo de forma diferente. Esa desconexión está teniendo muchos efectos. Por un lado, está agudizando una escasez de mano de obra que se venía gestando lentamente. También está haciendo que los propietarios y ocupantes de inmuebles se replanteen el papel de la oficina.
  9. El estímulo económico funciona, pero solo en combinación con fuertes medidas de salud pública. A principios de 2020, hubo un debate público sobre la disyuntiva entre proteger a la gente del virus y proteger la economía. En ese momento, sugerimos que ese marco estaba fuera de lugar: no hay compensación. Dos años después, los hechos son claros: ningún país mantuvo su economía en buen estado sin controlar también la propagación del virus. Lo contrario también es cierto: los países que tuvieron dificultades para controlar el virus sufrieron peores resultados económicos. El tamaño del paquete de estímulo fiscal no importó mucho. La capacidad de resolver simultáneamente ambos problemas, el virus y la economía, sí lo hizo.
  10. Que volvamos a experimentar estos problemas dependerá de las inversiones e instituciones que establezcamos ahora. Además de las vidas perdidas, la actual pandemia ha costado a la economía global unos $16 billones de dólares. Nuestro artículo "No es la última pandemia" [“Not the last pandemic”] describe cómo las nuevas inversiones de $5 dólares por persona al año a nivel mundial para la vigilancia de la enfermedad, los sistemas de respuesta "siempre activos", la prevención de la enfermedad, la preparación de los hospitales y la I+D pueden ayudar a la comunidad mundial a responder más eficazmente a la próxima gran amenaza de enfermedad infecciosa. La comunidad mundial, incluidos el G7 y el G20, ha comenzado a describir la posible arquitectura de un sistema futuro. Los países están dedicando nuevos recursos al tema. Será fundamental encontrar la forma de hacer un seguimiento de la preparación y de garantizar que los nuevos fondos se gasten bien. Está claro que el mundo entiende que debe estar más preparado para la próxima crisis.

Si hay un tema en estas diez lecciones, es la necesidad de ser humildes. Muchas de nuestras ortodoxias de las décadas pasadas han sido puestas cabeza abajo, y la necesidad de aprender continuamente nunca ha sido más clara, para que podamos seguir adaptándonos a la crisis actual y prevenir la próxima.

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